martes, 31 de julio de 2012

Helados: La atracción de lo prohibido

Ahora que estamos en tiempos de feroz canícula, nada mejor que un buen helado deshaciéndose en nuestra boca. Pura fruición: frescor, sensualidad, gula... Todo lo prohibido resumido en un cono y una bolita fundente que se derrite con rapidez.

Leo en Las armas y las letras. Literatura y guerra civil (1936-1939), de Andrés Trapiello,(Barcelona, Planeta, 1994, col. "Espejo de España, 166"), un comentario muy apropiado:

"...como aquella dama del XVIII que recuerda Stendhal, que habría pedido al Papa que declarase pecado mortal comer helados, sólo por el placer añadido que a ella le habría causado tomárselos a escondidas" (p. 90)
En fin, nada más atractivo que pecar. Y más en verano.

Feliz helado.