miércoles, 16 de abril de 2014

Cosas del fútbol... y de la filología

 

Bueno, hoy que se va a jugar la final de la Copa del Rey, entre los eternos rivales, Real Madrid y Barça, es un buen momento para hacer alguna reflexión filológica sobre asuntos balompédicos.

Por ejemplo, ¿os habéis fijado que hay muchos topónimos (=nombres de lugar) acabados en -ona? Barcelona, Gerona, Tarragona, Tarazona, Archidona, Artajona, Carcasona, Solsona, Cestona, Bayona, Guisona, Isona, Badalona, Pamplona, Narbona, Larraona, Aitona, Argentona, Cardona, Carmona...

Lo primero que pensamos es: "bueno, será un sufijo aumentativo, masculino "-ón", femenino "-ona", como cuando decimos, en femenino, "montañona", "casona", "abusona", "burlona"... o, en masculino, "hombrón", "abusón", "guasón", etc.

En el diccionario, encontramos esta explicación sobre el sufijo:

-ón, -ona Sufijo que entra en la formación de palabras para:
I Aportar valor aumentativo y, frecuentemente, matices especiales de cariño o menosprecio: bonachón, mujerona.
II Indicar carencia o privación: pelón, rabón.
III Denotar edad despectivamente, unido a numerales: cuarentón, sesentón.
IV Indicar que una persona realiza una acción con frecuencia o exageradamente: buscón, tragón.
V Indicar acción brusca y rápida: empujón, bajón.

Pero la intuición filológica nos dice que puede haber alguna otra razón. Veamos, busquemos un poco en la red y... ¡bingo!

Resulta que el sufijo -ona puede proceder del vasco, con el significado de "buen", pero es un sufijo que, finalmente, se generalizó y se desemantizó pasando a añadirse a los topónimos como el "-burgo" de Estrasburgo, Burgos, Johanesburgo..., o el "-land" de Islandia, Groenlandia, Disneylandia... Hay etimólogos que dicen que el sufijo -ona procede del ligur.

Así pues, parece que las lenguas no entienden mucho de nacionalismos: Barcelona es un topónimo con sufijo vasco y el nombre de Madrid es, nada más y nada menos, que de origen árabe. Está visto que, en cuestión de lenguas, todo es mestizaje y nada queda para las esencias patrióticas.

Estaría bien que algunos iluminados de las purezas nacionales se dejasen ilustrar un poquito por estas cosillas de la filología, tan insignificantes como un torpedo en la línea de flotación de un acorazado.

Y que gane el mejor.

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