domingo, 30 de noviembre de 2014

Una canción de McCartney dedicada a John Lennon

Paul McCartney dedicó a su amigo John Lennon, asesinado estupidamente unos años antes, esta canción:

http://dotsub.com/view/5910213d-6123-429d-97bd-c0ede4770eee

domingo, 23 de noviembre de 2014

Dos citas de Goethe

Goethe fue uno de esos grandes sabios de la humanidad, un polímata o polígrafo, un erudito capaz de escribir sobre cualquier cosa, un creador que dejó al menos una obra maestra en cada uno de los géneros literarios que practicó: novela, poesía, teatro, ensayo, ciencia...

Dos frases se han hecho muy célebres: la primera, proferida en el lecho de muerte, resume muy bien su búsqueda de la verdad y la ciencia:

"Luz, más luz"

dijo cuando estaba postrado en su cama a punto de exhalar el último suspiro.

La segunda, sin embargo, es más cuestionable:

"Prefiero la injusticia al desorden".

Esta es la forma en que suele ser citada la frase de Goethe que originalmente es "Ich will lieber eine Ungerechtigkeit begehen als Unordnung ertragen", y cuya traducción literal es "prefiero cometer una injusticia antes que soportar el desorden".

El intelectual alemán justificó con ese argumento su intervención en favor de un saqueador e incendiario francés al que la muchedumbre indignada pretendía linchar tras el sitio de Maguncia (1793, en el contexto de la primera de las guerras revolucionarias francesas).1

La cita de esta frase por autores posteriores ha sido muy recurrente, hasta convertirse en un tópico literario.

Su utilización no es unívoca:

  • Sirve para manifestar el elitismo del pensamiento ilustrado y su temor hacia las  las revoluciones populares (lo que llevó en la práctica a soluciones como la del príncipe de Lampedusa, autor del famoso Il Gattopardo, una obra maestra de la novela italiana:

"Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie".

  • Desde una perspectiva opuesta, sirve para ejemplificar el oportunismo revolucionario de los jacobinos  cuando afirmaban:
"Perezca la Ley, para que la República se salve"

La frase de Goethe guarda cierta correspondencia con la de un famoso tema ético de la filosofía griega (Sócrates -citado en Critón-, Platón -que desarrolla su propias ideas en Gorgias- y Demócrito, probablemente precedidos por la escuela pitagórica):
"¿Es mejor soportar una injusticia o cometerla?"

"Los animales con peste", una fábula de Lafontaine

El fabulista francés Lafontaine escribió esta fábula, que tradujo en verso castellano Félix María de Saminego, donde se demuestra que la vara de medir no es igual con todos y que la Justicia no siempre es ciega, a pesar de que así nos gusta representarla en las magníficas esculturas que situamos en nuestros Palacios de Justicia. He aquí la versión de Samaniego:

LOS ANIMALES CON PESTE

En los montes, los valles y collados,

de animales poblados,

se introdujo la peste de tal modo,

que en un momento lo inficiona todo.

Allí donde su corte el león tenía,

mirando cada día

las cacerías, luchas y carreras

de mansos brutos y de bestias fieras,

se veían los campos ya cubiertos

de enfermos miserables y de muertos.

«Mis amados hermanos»,

exclamó el triste rey,

«mis cortesanos,

ya veis

que el justo cielo nos obliga

a implorar su piedad, pues nos castiga

con tan horrenda plaga;

tal vez se aplacará con que se le haga

sacrificio de aquel más delincuente,

y muera el pecador, no el inocente.

Cada cual examine su conciencia

sin falsa adulación, sin negligencia.

Confiese a todo el mundo su pecado.

Y yo primero acusaré contrito

que, siguiendo sin freno mi apetito,

yo crüel, sanguinario, he devorado

inocentes corderos,

ya vacas, ya terneros,

y he sido, a fuerza de delito tanto,

de la selva terror, del bosque espanto.

También maté pastores.

Si fuere yo el responsable

no será justo, no, que yo rehúse

ofrecerme cual víctima propicia.

Empero es deseable

que cada uno como yo se acuse:

que es de estricta justicia

que tan solo perezca el más culpable".

«Señor», dijo la zorra, «en todo eso

no se halla más exceso

que el de vuestra bondad, pues que se digna

de teñir en la sangre ruin, indigna,

de los viles cornudos animales

los sacros dientes y las uñas reales.

Devorar los estúpidos corderos

¿es acaso pecado?

No… debieran más agradeceros

el honor especial que les hicisteis,

pues en manjar real los convertisteis.

Respecto a los pastores…

¿No sostienen quimérico dominio

sobre pobres, sencillos animales?

Son por esa razón merecedores

de tal exterminio».

Al terminar el zorro, aduladores

astutos aplaudieron.

Allí del tigre, de la onza y oso

se oyeron confesiones

de robos y de muertes a millones;

mas entre la grandeza, sin lisonja,

pasaron por escrúpulos de monja.

El asno, sin embargo, muy confuso,

prorrumpió: «Yo me acuso

que al pasar por el prado de unos monjes…

el hambre que sentía,

la ocasión y la hierba que invitaba…

tal vez algún demonio allí escondido

que a infringir los deberes me incitaba,

(no es que yo quiera disculpar el hecho

porque fue sin derecho)

unas maticas trasquilé del prado,

mas fue solo un bocado”…

“Es él; no hay duda; es él el responsable”.

Sin dejarlo acabar todos clamaron.

Y un lobo algo erudito

probó que ese maldito

animal, vil, sarnoso,

fue el que provocó horroroso

flagelo con su enorme delito.

¡Comer la hierba ajena!

¡Qué crimen más atroz! Solo la muerte 

era de tal acción digna pena… 

Y hubo el pobre asno de aceptar su suerte…

Según qué poderoso o miserable

seas, si eres juzgado,

te harán parecer justo o culpable.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Jean Ferrat canta a Federico García Lorca

El cantante francés Jean Ferrat dedica esta canción, donde la presencia de la guitarra es absoluta, a nuestro poeta de Granada.


Les guitares jouent des sérénades
Que j'entends sonner comme un tocsin
Mais jamais je n'atteindrai Grenade
"Bien que j'en sache le chemin"

Dans ta voix
Galopaient des cavaliers
Et les gitans étonnés
Levaient leurs yeux de bronze et d'or
Si ta voix se brisa
Voilà plus de vingt ans qu'elle résonne encore
Federico García

Voilà plus de vingt ans, Camarades
Que la nuit règne sur Grenade

Il n'y a plus de prince dans la ville
Pour rêver tout haut
Depuis le jour où la guardia civil
T'a mis au cachot

Et ton sang tiède en quête de l'aurore
S'apprête déjà
J'entends monter par de longs corridors
Le bruit de leurs pas

Et voici la porte grande ouverte
On t'entraîne par les rues désertées
Ah! Laissez-moi le temps de connaître
Ce que ma mère m'a donné

Mais déjà
Face au mur blanc de la nuit
Tes yeux voient dans un éclair
Les champs d'oliviers endormis
Et ne se ferment pas
Devant l'âcre lueur éclatant des fusils
Federico García

Les lauriers ont pâli, Camarades
Le jour se lève sur Grenade

Dure est la pierre et froide la campagne
Garde les yeux clos
De noirs taureaux font mugir la montagne
Garde les yeux clos

Et vous Gitans, serrez bien vos compagnes
Au creux des lits chauds
Ton sang inonde la terre d'Espagne
O Federico

Les guitares jouent des sérénades
Dont les voix se brisent au matin
Non, jamais je n'atteindrai Grenade
"Bien que j'en sache le chemin"

"Verde que te quiero verde", de Lorca

Lorca crea una mitología gitana en su Romancero gitano. Y los flamencos se lo agradecen musicalizando sus poemas, en esta ocasión el "Romance sonámbulo": Disfrútalo en verde.







ROMANCE SONÁMBULO

A Gloria Giner
y a Fernando de los Ríos

Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas le están mirando
y ella no puede mirarlas.
              *
Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.
              *
Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los montes de Cabra.
Si yo pudiera, mocito,
ese trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
dejadme subir, dejadme,
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.
              *
Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal,
herían la madrugada.
              *
Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento, dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está mi niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!
              *
Sobre el rostro del aljibe
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche se puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos,
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.

"Seis poemas galegos", de Lorca

Uno de los últimos trabajos de Lorca fueron sus Seis poemas galegos, donde el poeta de Granada manifestó que también era capaz de componer en una lengua distinta a la suya.

"Madrigal â cibdá de Santiago" es uno de los poemas escritos en la lengua de Rosalía de Castro, y aquí os dejamos una musicalización del poema del grupo Luar Na Lubre, acompañados por Ismael Serrano. Una delicia.


Madrigal á cibdá de Santiago
Chove en Santiago,
meu doce amor.
Camelia branca do ar
brila entebrecida ó sol.
Chove en Santiago
na noite escura.
Herbas de prata e de sono
cobren a valeira lúa.
Olla a choiva pola rúa,
laio de pedra e cristal.
Olla no vento esvaído,
soma e cinza do teu mar.
Soma e cinza do teu mar,
Santiago, lonxe do sol;
ágoa da mañán anterga
trema no meu corazón.
Madrigal a la ciudad de Santiago
Llueve en Santiago,
mi dulce amor.
Camelia blanca del aire
brilla entenebrecida al sol.
Llueve en Santiago
en la noche oscura.
Hierbas de plata y de sueño
cubren la vacía luna.
Mira la lluvia por la calle,
lamento de piedra y cristal.
Mira el viento desvanecido,
sombra y ceniza de tu mar.
Sombra y ceniza de tu mar,
Santiago, lejos del sol:
agua de la mañana antigua
tiembla en mi corazón.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Las palabras aragonesas en el nuevo DRAE


El presidente de la RAE, José Manuel Blecua Perdices, (Zaragoza, 1939), de profesión filólogo como su padre y su hermano, acaba de estar en Zaragoza para dar una conferencia con motivo del 150 aniversario del Ateneo cesaraugustano. ¿El motivo? Pues obviamente el nuevo DRAE, la vigésimo tercera edición del Diccionario académico.

El señor Blecua insistió en que los aragonesismos en el Diccionario están bien representados, casi 800. Habló también del Atlas lingüístico de Aragón, Navarra y La Rioja, realizado por Manuel Alvar. Destacó palabras como "luna" o patio descubierto, acepción propia solamente de una parte de Aragón; fiemo, mielga, esbarizar... Recordó el trabajo de grandes académicos aragoneses como Sieso, Torrero, Escudé, Miguel Asín y Palacios, Pedro Laín entralgo, Fernando Lázaro Carreter, Alvar y él mismo. Habló también de nuestra marcada tendencia a que las voces esdrújulas se conviertan en graves (pajaro en vez de pájaro), al alargamiento de la vocal final átona (buenoooo).

Recordó que se puede vivir perfectamente sin Diccionario y aún sin Academia, pues no existe una institución similar en todos los países. Y se dolió de que algunas personas pretendan que el Diccionario no recoja ciertas palabras que a ellos no les gustan.

En fin, palabras como finde no se han aceptado aún, por carecer de documentación suficiente sobre su uso; almóndiga (por albóndiga) sí se recoge como vulgarismo, igual que asín (en vez de así); tambén se recoge tableta, como aparato digital, pues su uso está muy documentado; en cuanto a gitano, judiada y cáncer, incluirán ciertas acepciones peyorativas, marcadas como "palabra ofensiva", a pesar de que la decisión no ha gustado a todo el mundo.

martes, 18 de noviembre de 2014

Lorca en inglés-6

La penúltima y novena parte del libro se titula significativamente "Huida de Nueva York. Dos valses hacia la civilización", y deja clara la opinión que le mereció a Lorca la ciudad de los rascacielos.

El primer poema de esta parte es el "Pequeño vals vienés", al que puso música Leonard Cohen, en una famosísima canción, Take this waltz. (Puedes oírla en entradas anteriores de este blog)

La última parte, la décima, se titula "El poeta llega a La Habana", allí Lorca pasó buenos momentos y sobre todo volvió a escuchar el español, su amada lengua poética. Su poema "Son de negros en Cuba" muestra su alegría por la fusión intercultural caribeña que encuentra en la isla.

Cuando llegue la luna llena 
iré a Santiago de Cuba, 
iré a Santiago, 
en un coche de agua negra. 
Iré a Santiago. 
Cantarán los techos de palmera. 
Iré a Santiago. 
Cuando la palma quiere ser cigüefla, 
iré a Santiago. 
Y cuando quiere ser medusa el plátano, 
iré a Santiago. 
Iré a Santiago 
con la rubia cabeza de Fonseca. 
Iré a Santiago. 
Y con la rosa de Romeo y Julieta 
iré a Santiago. 
¡Oh Cuba! ¡Oh ritmo de semillas secas! 
Iré a Santiago. 
¡Oh cintura caliente y gota de madera! 
Iré a Santiago. 
¡Arpa de troncos vivos, caimán, flor de tabaco! 
Iré a Santiago. 
Siempre he dicho que yo iría a Santiago 
en un coche de agua negra. 
Iré a Santiago. 
Brisa y alcohol en las ruedas, 
iré a Santiago. 
Mi coral en la tiniebla, 
iré a Santiago. 
El mar ahogado en la arena, 
iré a Santiago, 
calor blanco, fruta muerta, 
iré a Santiago. 
¡Oh bovino frescor de calaveras! 
¡Oh Cuba! ¡Oh curva de suspiro y barro! 
Iré a Santiago.




Blacks Dancing to Cuban Rhythms, Lorca.
As soon as the full moon rises, I’m going to Santiago
in a coach of black water.
I’m going to Santiago.
The thatched roofs will sing.
I’m going to Santiago.
When the palm wants to be a stork,
I’m going to Santiago.
When the banana tree wants to be a sea wasp,
I’m going to Santiago.
I’m going to Santiago
with Fonseca’s blond head.
I’m going to Santiago.
And with Romeo and Juliet’s rose
I’m going to Santiago.
Paper sea and silver coins.
I’m going to Santiago.
Oh, Cuba, oh, rhythm of dried seeds!
I’m going to Santiago.
Oh, fiery waists, oh, drop of wood!
I’m going to Santiago.
Harp of living tree trunks. Crocodile. Tobacco plant in bloom!
I’m going to Santiago.
I always said I’d go to Santiago
in a coach of black water.
I’m going to Santiago.
Wind and rum on the wheels,
I’m going to Santiago.
My coral in the darkness,
I’m going to Santiago.
The sea drowned in the sand,
I’m going to Santiago.
Oh, the bovine coolness of sugar cane!
Oh, Cuba! Oh, curve of sigh and clay!
I’m going to Santiago.
Federico García Lorca, X-The Poet arrives in Havana, in Poet in New York.

Lorca homenajeado por Neruda

Pablo Neruda escribió también una célebre "Oda a Federico García Lorca".

SI pudiera llorar de miedo en una casa sola,
si pudiera sacarme los ojos y comérmelos,
lo haría por tu voz de naranjo enlutado
y por tu poesía que sale dando gritos.

Porque por ti pintan de azul los hospitales
y crecen las escuelas y los barrios marítimos,
y se pueblan de plumas los ángeles heridos,
y se cubren de escamas los pescados nupciales,
y van volando al cielo los erizos:
por ti las sastrerías con sus negras membranas
se llenan de cucharas y de sangre
y tragan cintas rotas, y se matan a besos,
y se visten de blanco.

Cuando vuelas vestido de durazno,
cuando ríes con risa de arroz huracanado,
cuando para cantar sacudes las arterias y los dientes,
la garganta y los dedos,
me moriría por lo dulce que eres,
me moriría por los lagos rojos
en donde en medio del otoño vives
con un corcel caído y un dios ensangrentado,
me moriría por los cementerios
que como cenicientos ríos pasan
con agua y tumbas,
de noche, entre campanas ahogadas:
ríos espesos como dormitorios
de soldados enfermos, que de súbito crecen
hacia la muerte en ríos con números de mármol
y coronas podridas, y aceites funerales:
me moriría por verte de noche
mirar pasar las cruces anegadas,
de pie llorando,
porque ante el río de la muerte lloras
abandonadamente, heridamente,
lloras llorando, con los ojos llenos
de lágrimas, de lágrimas, de lágrimas.

Si pudiera de noche, perdidamente solo,
acumular olvido y sombra y humo
sobre ferrocarriles y vapores,
con un embudo negro,
mordiendo las cenizas,
lo haría por el árbol en que creces,
por los nidos de aguas doradas que reúnes,
y por la enredadera que te cubre los huesos
comunicándote el secreto de la noche.

Ciudades con olor a cebolla mojada
esperan que tú pases cantando roncamente,
y silenciosos barcos de esperma te persiguen,
y golondrinas verdes hacen nido en tu pelo,
y además caracoles y semanas,
mástiles enrollados y cerezas
definitivamente circulan cuando asoman
tu pálida cabeza de quince ojos
y tu boca de sangre sumergida.

Si pudiera llenar de hollín las alcaldías
y, sollozando, derribar relojes,
sería para ver cuándo a tu casa
llega el verano con los labios rotos,
llegan muchas personas de traje agonizante,
llegan regiones de triste esplendor,
llegan arados muertos y amapolas,
llegan enterradores y jinetes,
llegan planetas y mapas con sangre,
llegan buzos cubiertos de ceniza,
llegan enmascarados arrastrando doncellas
atravesadas por grandes cuchillos,
llegan raíces, venas, hospitales,
manantiales, hormigas,
llega la noche con la cama en donde
muere entre las arañas un húsar solitario,
llega una rosa de odio y alfileres,
llega una embarcación amarillenta,
llega un día de viento con un niño,
llego yo con Oliverio, Norah
Vicente Aleixandre, Delia,
Maruca, Malva Marina, María Luisa y Larco,
la Rubia, Rafael Ugarte,
Cotapos, Rafael Alberti,
Carlos, Bebé, Manolo Altolaguirre,
Molinari,
Rosales, Concha Méndez,
y otros que se me olvidan.
Ven a que te corone, joven de la salud
y de la mariposa, joven puro
como un negro relámpago perpetuamente libre,
y conversando entre nosotros,
ahora, cuando no queda nadie entre las rocas,
hablemos sencillamente como eres tú y soy yo:
para qué sirven los versos si no es para el rocío?

Para qué sirven los versos si no es para esa noche
en que un puñal amargo nos averigua, para ese día,
para ese crepúsculo, para ese rincón roto
donde el golpeado corazón del hombre se dispone a morir?

Sobre todo de noche,
de noche hay muchas estrellas,
todas dentro de un río
como una cinta junto a las ventanas
de las casas llenas de pobres gentes.

Alguien se les ha muerto, tal vez
han perdido sus colocaciones en las oficinas,
en los hospitales, en los ascensores,
en las minas,
sufren los seres tercamente heridos
y hay propósito y llanto en todas partes:
mientras las estrellas corren dentro de un río interminable
hay mucho llanto en las ventanas,
los umbrales están gastados por el llanto,
las alcobas están mojadas por el llanto
que llega en forma de ola a morder las alfombras.

Federico,
tú ves el mundo, las calles,
el vinagre,
las despedidas en las estaciones
cuando el humo levanta sus ruedas decisivas
hacia donde no hay nada sino algunas
separaciones, piedras, vías férreas.

Hay tantas gentes haciendo preguntas
por todas partes.
Hay el ciego sangriento, y el iracundo, y el
desanimado,
y el miserable, el árbol de las uñas,
el bandolero con la envidia a cuestas.

Así es la vida, Federico, aquí tienes
las cosas que te puede ofrecer mi amistad
de melancólico varón varonil.
Ya sabes por ti mismo muchas cosas.
Y otras irás sabiendo lentamente.

Whitman, Lorca y Neruda

Walt Whitman, poeta americano, poeta de la democracia, es sin duda un profeta y un iniciador. Además de la famosa "Oda a W. Whitman", de Lorca, existe otra "Oda a Walt Whitman", de Pablo Neruda, que aquí reproducimos.

ODA A WALT WHITMAN
YO no recuerdo
a qué edad,
ni dónde,
si en el gran Sur mojado
o en la costa
temible, bajo el breve
grito de las gaviotas,
toqué una mano y era
la mano de Walt Whitman:
pisé la tierra
con los pies desnudos,
anduve sobre el pasto,
sobre el firme rocío
de Walt Whitman.
Durante
mi juventud
toda
me acompañó esa mano,
ese rocío,
su firmeza de pino patriarca, su extensión de
                                                          pradera,
y su misión de paz circulatoria.
Sin
desdeñar
los dones
de la tierra,
la copiosa
curva del capitel,
ni la inicial
purpúrea
de la sabiduría,

me enseñaste
a ser americano,
levantaste
mis ojos
a los libros,
hacia
el tesoro
de los cereales:
ancho,
en la claridad
de las llanuras,
me hiciste ver
el alto
monte
tutelar. Del eco
subterráneo,
para mí
recogiste
todo,
todo lo que nacía,
cosechaste
galopando en la alfalfa,
cortando para mí las amapolas,
visitando
los ríos,
acudiendo en la tarde
a las cocinas.
Pero no sólo
tierra
sacó a la luz
tu pala;
desenterraste
al hombre,
y el
esclavo
humillado
contigo, balanceando
la negra dignidad de su estatura,
caminó conquistando
la alegría.
Al fogonero,
abajo,
en la caldera,
mandaste
un canastito
de frutillas,
a todas las esquinas de tu pueblo
un verso
tuyo llegó de visita
y era como un trozo
de cuerpo limpio
el verso que llegaba,
como
tu propia barba pescadora
o el solemne camino de tus piernas de acacia.
Pasó entre los soldados
tu silueta
de bardo, de enfermero,
de cuidador nocturno
que conoce
el sonido
de la respiración en la agonía
y espera con la aurora
el silencioso
regreso
de la vida.
Buen panadero!
Primo hermano mayor
de mis raíces,
cúpula
de araucaria,
hace
ya
cien
años
que sobre el pasto tuyo
y sus germinaciones,
el viento
pasa
sin gastar tus ojos.
Nuevos
y crueles años en tu patria:
persecuciones,
lágrimas,
prisiones,
armas envenenadas
y guerras iracundas,
no han aplastado
la hierba de tu libro,
el manantial vital
de su frescura.
Yay!
los
que asesinaron
a Lincoln
ahora
se acuestan en su cama,
derribaron
su sitial
de olorosa madera
y erigieron un trono
por desventura y sangre
salpicado.
Pero
canta en
las estaciones
suburbanas
tu voz,
en
los
desembarcaderos
vespertinos
chapotea
como
un agua oscura
tu palabra,
tu pueblo
blanco
y negro,
pueblo
de pobres,
pueblo simple
como
todos
los pueblos,
no olvida
tu campana:
se congrega cantando
bajo
la magnitud
de tu espaciosa vida:
entre los pueblos con tu amor camina
acariciando
el desarrollo puro
de la fraternidad sobre la tierra.

Lorca en inglés-5

Poeta en Nueva York sigue con una octava y antepenúltima parte, de las diez de que consta el poemario, titulada "Dos odas", donde aparece la muy famosa "Oda a Walt Whitman" y también el poema "Grito a Roma". Patxi Andión le puso música a la Oda a W. Whitman.




ODA A WALT WHITMAN
Por el East River y el Bronx
los muchachos cantaban enseñando sus cinturas,
con la rueda, el aceite, el cuero y el martillo.
Noventa mil mineros sacaban la plata de las rocas
y los niños dibujaban escaleras y perspectivas.
Pero ninguno se dormía,
ninguno quería ser el río,
ninguno amaba las hojas grandes,
ninguno la lengua azul de la playa.
Por el East River y el Queensborough
los muchachos luchaban con la industria,
y los judíos vendían al fauno del río
la rosa de la circuncisión
y el cielo desembocaba por los puentes y los tejados
manadas de bisontes empujadas por el viento.
Pero ninguno se detenía,
ninguno quería ser nube,
ninguno buscaba los helechos
ni la rueda amarilla del tamboril.
Cuando la luna salga
las poleas rodarán para tumbar el cielo;
un límite de agujas cercará la memoria
y los ataúdes se llevarán a los que no trabajan.
Nueva York de cieno,
Nueva York de alambres y de muerte.
¿Qué ángel llevas oculto en la mejilla?
¿Qué voz perfecta dirá las verdades del trigo?
¿Quién el sueño terrible de sus anémonas manchadas?
Ni un solo momento, viejo hermoso Walt Whitman,
he dejado de ver tu barba llena de mariposas,
ni tus hombros de pana gastados por la luna,
ni tus muslos de Apolo virginal,
ni tu voz como una columna de ceniza;
anciano hermoso como la niebla
que gemías igual que un pájaro
con el sexo atravesado por una aguja,
enemigo del sátiro,
enemigo de la vid
y amante de los cuerpos bajo la burda tela.
Ni un solo momento, hermosura viril
que en montes de carbón, anuncios y ferrocarriles,
soñabas ser un río y dormir como un río
con aquel camarada que pondría en tu pecho
un pequeño dolor de ignorante leopardo.
Ni un sólo momento, Adán de sangre, macho,
hombre solo en el mar, viejo hermoso Walt Whitman,
porque por las azoteas,
agrupados en los bares,
saliendo en racimos de las alcantarillas,
temblando entre las piernas de los chauffeurs
o girando en las plataformas del ajenjo,
los maricas, Walt Whitman, te soñaban.
¡También ese! ¡También! Y se despeñan
sobre tu barba luminosa y casta,
rubios del norte, negros de la arena,
muchedumbres de gritos y ademanes,
como gatos y como las serpientes,
los maricas, Walt Whitman, los maricas
turbios de lágrimas, carne para fusta,
bota o mordisco de los domadores.
¡También ése! ¡También! Dedos teñidos
apuntan a la orilla de tu sueño
cuando el amigo come tu manzana
con un leve sabor de gasolina
y el sol canta por los ombligos
de los muchachos que juegan bajo los puentes.
Pero tú no buscabas los ojos arañados,
ni el pantano oscurísimo donde sumergen a los niños,
ni la saliva helada,
ni las curvas heridas como panza de sapo
que llevan los maricas en coches y terrazas
mientras la luna los azota por las esquinas del terror.
Tú buscabas un desnudo que fuera como un río,
toro y sueño que junte la rueda con el alga,
padre de tu agonía, camelia de tu muerte,
y gimiera en las llamas de tu ecuador oculto.
Porque es justo que el hombre no busque su deleite
en la selva de sangre de la mañana próxima.
El cielo tiene playas donde evitar la vida
y hay cuerpos que no deben repetirse en la aurora.
Agonía, agonía, sueño, fermento y sueño.
Éste es el mundo, amigo, agonía, agonía.
Los muertos se descomponen bajo el reloj de las ciudades,
la guerra pasa llorando con un millón de ratas grises,
los ricos dan a sus queridas
pequeños moribundos iluminados,
y la vida no es noble, ni buena, ni sagrada.
Puede el hombre, si quiere, conducir su deseo
por vena de coral o celeste desnudo.
Mañana los amores serán rocas y el Tiempo
una brisa que viene dormida por las ramas.
Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whítman,
contra el niño que escribe
nombre de niña en su almohada,
ni contra el muchacho que se viste de novia
en la oscuridad del ropero,
ni contra los solitarios de los casinos
que beben con asco el agua de la prostitución,
ni contra los hombres de mirada verde
que aman al hombre y queman sus labios en silencio.
Pero sí contra vosotros, maricas de las ciudades,
de carne tumefacta y pensamiento inmundo,
madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño
del Amor que reparte coronas de alegría.
Contra vosotros siempre, que dais a los muchachos
gotas de sucia muerte con amargo veneno.
Contra vosotros siempre,
Faeries de Norteamérica,
Pájaros de la Habana,
Jotos de Méjico,
Sarasas de Cádiz,
Ápios de Sevilla,
Cancos de Madrid,
Floras de Alicante,
Adelaidas de Portugal.
¡Maricas de todo el mundo, asesinos de palomas!
Esclavos de la mujer, perras de sus tocadores,
abiertos en las plazas con fiebre de abanico
o emboscadas en yertos paisajes de cicuta.
¡No haya cuartel! La muerte
mana de vuestros ojos
y agrupa flores grises en la orilla del cieno.
¡No haya cuartel! ¡Alerta!
Que los confundidos, los puros,
los clásicos, los señalados, los suplicantes
os cierren las puertas de la bacanal.
Y tú, bello Walt Whitman, duerme a orillas del Hudson
con la barba hacia el polo y las manos abiertas.
Arcilla blanda o nieve, tu lengua está llamando
camaradas que velen tu gacela sin cuerpo.
Duerme, no queda nada.
Una danza de muros agita las praderas
y América se anega de máquinas y llanto.
Quiero que el aire fuerte de la noche más honda
quite flores y letras del arco donde duermes
y un niño negro anuncie a los blancos del oro
la llegada del reino de la espiga.

ODE TO WALT WHITMAN
By the East River and the Bronx
boys were singing, exposing their waists
with the wheel, with oil, leather, and the hammer.
Ninety thousand miners taking silver from the rocks
and children drawing stairs and perspectives.

But none of them could sleep,
none of them wanted to be the river,
none of them loved the huge leaves
or the shoreline's blue tongue.

By the East River and the Queensboro
boys were battling with industry
and the Jews sold to the river faun
the rose of circumcision,
and over bridges and rooftops, the mouth of the sky emptied
herds of bison driven by the wind.

But none of them paused,
none of them wanted to be a cloud,
none of them looked for ferns
or the yellow wheel of a tambourine.

As soon as the moon rises
the pulleys will spin to alter the sky;
a border of needles will besiege memory
and the coffins will bear away those who don't work.

New York, mire,
New York, mire and death.
What angel is hidden in your cheek?
Whose perfect voice will sing the truths of wheat?
Who, the terrible dream of your stained anemones?

Not for a moment, Walt Whitman, lovely old man,
have I failed to see your beard full of butterflies,
nor your corduroy shoulders frayed by the moon,
nor your thighs pure as Apollo's,
nor your voice like a column of ash,
old man, beautiful as the mist, 
you moaned like a bird
with its sex pierced by a needle.
Enemy of the satyr,
enemy of the vine,
and lover of bodies beneath rough cloth...

Not for a moment, virile beauty,
who among mountains of coal, billboards, and railroads,
dreamed of becoming a river and sleeping like a river
with that comrade who would place in your breast
the small ache of an ignorant leopard.

Not for a moment, Adam of blood, Macho,
man alone at sea, Walt Whitman, lovely old man,
because on penthouse roofs,
gathered at bars,
emerging in bunches from the sewers,
trembling between the legs of chauffeurs,
or spinning on dance floors wet with absinthe,
the faggots, Walt Whitman, point you out.

He's one, too! That's right! And they land
on your luminous chaste beard,
blonds from the north, blacks from the sands,
crowds of howls and gestures,
like cats or like snakes,
the faggots, Walt Whitman, the faggots,
clouded with tears, flesh for the whip,
the boot, or the teeth of the lion tamers.

He's one, too! That's right! Stained fingers
point to the shore of your dream
when a friend eats your apple
with a slight taste of gasoline
and the sun sings in the navels
of boys who play under bridges.

But you didn't look for scratched eyes,
nor the darkest swamp where someone submerges children,
nor frozen saliva,
nor the curves slit open like a toad's belly
that the faggots wear in cars and on terraces
while the moon lashes them on the street corners of terror.

You looked for a naked body like a river.
Bull and dream who would join wheel with seaweed,
father of your agony, camellia of your death,
who would groan in the blaze of your hidden equator.

Because it's all right if a man doesn't look for his delight
in tomorrow morning's jungle of blood.
The sky has shores where life is avoided
and there are bodies that shouldn't repeat themselves in the dawn.

Agony, agony, dream, ferment, and dream.
This is the world, my friend, agony, agony.
Bodies decompose beneath the city clocks,
war passes by in tears, followed by a million gray rats,
the rich give their mistresses
small illuminated dying things,
and life is neither noble, nor good, nor sacred.

Man is able, if he wishes, to guide his desire
through a vein of coral or a heavenly naked body.
Tomorrow, loves will become stones, and Time
a breeze that drowses in the branches.

That's why I don't raise my voice, old Walt Whitman,
against the little boy who writes
the name of a girl on his pillow,
nor against the boy who dresses as a bride
in the darkness of the wardrobe,
nor against the solitary men in casinos
who drink prostitution's water with revulsion,
nor against the men with that green look in their eyes
who love other men and burn their lips in silence.

But yes against you, urban faggots,
tumescent flesh and unclean thoughts.
Mothers of mud. Harpies. Sleepless enemies
of the love that bestows crowns of joy.

Always against you, who give boys
drops of foul death with bitter poison.
Always against you,
Fairies of North America,
Pájaros of Havana,
Jotos of Mexico,
Sarasas of Cádiz,
Apios of Seville,
Cancos of Madrid,
Floras of Alicante,
Adelaidas of Portugal.

Faggots of the world, murderers of doves!
Slaves of women. Their bedroom bitches.
Opening in public squares like feverish fans
or ambushed in rigid hemlock landscapes.

No quarter given! Death
spills from your eyes
and gathers gray flowers at the mire's edge.
No quarter given! Attention!
Let the confused, the pure,
the classical, the celebrated, the supplicants
close the doors of the bacchanal to you.

And you, lovely Walt Whitman, stay asleep on the Hudson's banks
with your beard toward the pole, openhanded.
Soft clay or snow, your tongue calls for
comrades to keep watch over your unbodied gazelle.

Sleep on, nothing remains.
Dancing walls stir the prairies
and America drowns itself in machinery and lament.
I want the powerful air from the deepest night
to blow away flowers and inscriptions from the arch where you sleep,
and a black child to inform the gold-craving whites
that the kingdom of grain has arrived.