domingo, 7 de agosto de 2011

El caso de la paradoja paradojeada

La paradoja u oxímoron es un contraste, una oposición de términos, un choque de ideas del que surge un sentido o significado poderoso. El ejemplo canónico que suelen trascribir los manuales es la célebre frase de Santa Teresa de Jesús "Vivo sin vivir en mí". Hay también, cómo no, un chiste sobre el asunto:

El profesor, en su clase, se pone solemne y, con entonación profunda, buscando emocionar a sus discípulos, declama los versos teresianos:
   —Vivo sin vivir en mí
y tan alta vida espero
que muero porque no muero
   Y un alumno ingenuo, queriendo acaparar los parabienes del docente, grita anticipándose al resto:
   —¡La gallina!

En términos comunicativos podríamos explicar esta confusión como un fallo en las expectativas de coherencia del texto, como un problema con las presuposiciones compartidas. El profesor esperaba que sus alumnos captaran el tono sublime de la paradoja teresiana. Pero el alumno ha interpretado el texto como si se tratara de una adivinanza y, henchido de emoción, con ganas de agradar a su profe y como diciendo "Aquí estoy yo", se ha apresurado a gritar la solución. Al profe debió ponérsele cara de Lady Gagá: Poker face.

Yendo más allá, pasando de la anécdota a la categoría, añadiremos que la paradoja tiene una finalidad enfática: da énfasis al contenido, a las ideas, al aspecto semántico del texto, nos hace contemplarlo desde un punto de vista novedoso, original, chocante y creativo al mismo tiempo. La paradoja, que inicialmente es una contradicción de términos antitéticos, nos obliga a recuperar el sentido del enunciado en una forma superior de lectura que apela a nuestra inteligencia. Es, por tanto, un recurso muy didáctico, pues estimula la creatividad, la actividad intelectual. Y ha sido  utilizado en la literatura desde siempre. Todavía hoy seguimos sirviéndonos de él. Cuando la paradoja es muy complicada y no podemos resolverla, entonces, ¡oh, hermanos!, habéis encontrado una "parajoda" que "parajódicamente" se queda sin solución (al menos, hasta que la inspiración nos ilumine).

Voy a terminar este "post" con algunos "Ideoclips", como los llama Fernando Savater, en los que el filósofo donostiarra utiliza con acierto la paradoja. Proceden de su libro Despierta y lee (Barcelona, Círculo de Lectores, 1998, pp. 340-344). Un buen título, ¿no te parece?

"Los años: cuantos más tenemos, menos nuestros nos parecen".

"Aquel ateo iracundo bautizó (¡oh, paradoja!) su libro definitivo contra el cristianismo con este título: Fe de ratas."

"Fue dichoso en cuanto renunció a la felicidad".

"Sufrió un accidente y nació". (Aquí, vuelve a intervenir la expectativa que genera el enunciado, que tiene que ver con esas frases hechas que sabemos por nuestra experiencia o conocimiento del mundo, como cuando decimos Feliz cumpleaños, Buen provecho, Que seáis muy felices... Aquí, el tópico impone la secuencia sufrir un accidente grave -  fallecer. Por eso el final de Savater tiene tanta fuerza, porque sustituye la secuencia esperable por la contraria: sufrir un accidente grave = nacer).

"Debemos preguntar -siempre- con los filósofos y responder -de vez en cuando- con los científicos".

"La mayor tontería del año, proferida por el crítico halagador: el gran metafísico ha conseguido con su último libro un aforismo de quinientas páginas..."

"Lo envidiable de la belleza es que no necesita explicaciones".

Voy a terminar este "post" tan policiaco, pues el caso de este "Caso de la paradoja paradojeada" es que se me han perdido algunas paradojas por el camino y estoy investigando a ver si las encuentro. Si queréis ayudarme... En fin, aquí estamos para todo cuanto queráis mandar (y enviar).

1 comentario:

  1. Mira, aquí te dejo otra, la he pensado mazo:
    nunca saldrás de esto.
    Álvaro.

    ResponderEliminar

Envía tus comentarios