La historia de la errata es tan antigua como la de la imprenta. Según se dice, en el primer libro impreso, la Biblia de Gutenberg, ya hay errores de transcripción. Los famosos "duendes de imprenta", esos que siempre nos cambian las letras de sitio, son tan viejos como el diablo.
Los gazapos, "lapsus linguae", "lapsus calami" o como queramos llamarlos son inevitables. Y no solo en los trabajos de los alumnos. Incluso los profesionales de la comunicación (periodistas, profesores, políticos, escritores, comunicadores, conferenciantes, actores...), que tienen más razones que nadie para ser escrupulosos en el uso del lenguaje, cometen errores. Y algunos tan escandalosos como los que podrán ver aquí. Pasen y vean.
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