miércoles, 3 de mayo de 2017

El cómic y yo



Fui, de niño, gran lector de tebeos. En mi casa comprábamos todas las semanas el Capitán Trueno, el Jabato, Zipi y Zape y, para mi hermana, Lily, que aunque era cómic para niñas, a mí también me gustaba mucho. Recuerdo que estábamos pendientes para ver cuándo salía el nuevo número, que íbamos corriendo al quiosco a comprar. ¡Cuánto he gozado con Mortadelo y Filemón, Rompetechos, Carpanta, Las hermanas Gilda, Ángel Siseñor, El botones Sacarino, Pepe Gotera y Otilio... La editorial Bruguera fue el faro de mi infancia y mi primera juventud.

Además, cuando llegaba el día de Reyes, algún santo o cumpleaños, siempre nos caían cómics con buena encuadernación, tipo Astérix o Tintín, que me encantaban y que coleccioné muchos años, como los cómics que sacaba la editora de Walt Disney. Me divertían muchísimo los enfados del pato Donald, las travesuras de Jaimito, Jorgito y Juanito, la avaricia del Tío Gilito, los inventos de Ungenio Tarconi, la maldad de Borrón el Encapuchado y los Golfos Apandadores... Los traslados de domicilio y esos préstamos a deshora que nunca te devuelven los amigos acabaron con aquella mi colección, que siempre ha estado en mi memoria.

Mi padre trabajaba en la Biblioteca Pública y recuerdo que, cuando se inauguró la nueva sección de la Biblioteca, la Sección Infantil y Juvenil, mi padre nos reservó el carnet número 1 para mi hermana, el número 2 para mí —que soy el mediano, siempre atravesado, como el jueves— y el número 3 para mi hermano. El 4 y el 5 fueron para los hijos de mi padrino. Allí, en la Biblioteca Infantil, contacté con la revista francesa Pilote y me leí las historias del aviador Michel Tanguy, los superhéroes de la Marvel, Flash Gordon, Aquiles Talón, Luky Luke... Después, conocí a Los pitufos, Tomás el Gafe, Spirou y Fantasio y el Marsupilami, El teniente Blueberry... ¡Qué buenos momentos le debo a los tebeos!

Desgraciadamente, no conservo mi carné de lector de la Biblioteca Infantil, que era de cartulina azul, con foto. Acabó con él una lavadora asesina, un triste día que olvidé sacarlo del bolsillo del pantalón. Olvido que me costó una buena bronca de mi madre, por supuesto. Le tenía tanto cariño que, muchos años después, cuando ya mi padre había fallecido, y yo pasaba con mucho el límite de edad para ser socio de la Biblioteca Infantil y Juvenil (creo que era de catorce años), volví a la Biblioteca Pública y le pedí a la bibliotecaria si podía hacerme un duplicado de aquel carné. Ella me miró con esa cara que ponen las bibliotecarias más severas y se negó, como pensando que adónde iba aquel pedazo de carcamal pidiendo un carné de tierno infante... Fue una situación muy embarazosa, me recuerdo pensando para mis adentros que quién me mandaba a mí meterme en cosas absurdas e imposibles, cual moderno Don Quijote de la caballería cómica. La de los cómics, quiero decir. Y así me quedé sin mi bienamado carné de la Biblioteca Infantil para siempre jamás. ¡Qué razón tenía Heráclito cuando decía que nadie se baña dos veces en las mismas aguas!

Pero eso sí, los recuerdos que dejaron en mí los tebeos, y los libros ilustrados de la Biblioteca Infantil, no se irán jamás de mi imaginación. Mis padres tenían la idea de que la historieta funcionaba como una lectura ante-litteram: donde hoy hay un tebeo, mañana habrá un libro. Y en mi caso, al menos, acertaron. La lectura ha sido una de las grandes pasiones de mi vida. Ella me ha hecho, rehecho o, si se prefiere, deshecho. Pero mi vida no puedo entenderla sin la actividad lectora. Amo los libros, amo la lectura, adoro las bibliotecas y librerías (aunque ahora ya no compro libros, porque tengo poco espacio en casa para colocarlos: miserias de una vida que se mide  en contados metros cuadrados, a tanto el metro).

Entre los cómics que recomiendo —podría recomendar muchos, pero voy a fijarme en uno—, hay uno que me hace mucha gracia: Mortadelo de la Mancha, una parodia quijotesca al más puro estilo Ibáñez y, por supuesto, con el infatigable Mortadelo cambiando por viñetas de disfraz. Tronchante. Para no perdérselo, chicos.

Ponga un tebeo en su vida y, mañana, habrá un libro.

1 comentario:

  1. Con lo interesantes que son los comics y la poca importancia que les damos en la actualidad. No deberíamos dejar que se lleguen a perder!!

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