En la entrada anterior, os mostrábamos una carta de una alumna del centro que nos llena de satisfacción: Raquel sabe en ella defender su postura, argumentar, desarrollar sus ideas en plenitud. Bravo.
Sin embargo, a veces uno hace actividades, toma iniciativas siempre para bien y con buena intención y eso no es bien entendido o recibido por los demás. Eso nos ha pasado en el grupo de teatro Avempace. Con nuestra mejor disposición fuimos a representar nuestro docudrama "El derecho al voto de las mujeres" al Salón de Actos de la Facultad de Educación de Zaragoza. Y todo salió muy bien. Pero "alguien" del público se molestó con nosotros y envió, a la traidora, una carta al director que publicó Heraldo de Aragón hace unos días.
La carta no nos cayó bien, la verdad, porque las descalificaciones excedían el límite de lo tolerable.
Un asunto desagradable, sin duda. Pero afortunadamente, pensando en la carta de nuestra alumna Raquel, a uno se le pasa cualquier berrinche: la vida sigue, los momentos buenos sustituyen a los malos y las acciones que debas realizar no debes dejar de hacerlas solo porque a alguien no le parezca bien o no te entienda.
Adelante, siempre adelante.
Os dejamos aquí copia del desafortunado libelo.
Y hoy mismo, miércoles, 3 de mayo, el Heraldo publica nuestra réplica:
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ResponderEliminarNo cabe la menor duda de que exponerse supone un riesgo: no gustar.
ResponderEliminarAhora bien, hay gente que confunde la exposición con la crítica. Y, ojo, no digo ni tacho la crítica, en rasgos generales, de mala o innecesaria; sí lo hago con la destructiva.
A la vista está que todo aquel que se pone frente a un público, por estadística, corre el riesgo de sufrir una de dos variantes: gustar o no gustar. La dura vida del valiente. Triste es que se confunda el desagrado con la intolerancia, las críticas destructivas.
Retratarse no depende de tu postura sino de cómo la defiendas y, permíteme decir, él se ha retratado con su desprecio.