Blas de Otero nació el 15 de marzo de 1916 en Bilbao. A los 7 años entró en el colegio de María de Maeztu; el preparatorio e ingreso de Bachillerato lo estudiaría en un colegio de jesuitas. Su casa era para él refugio y remanso de paz, un microuniverso mitificado de tranquilidad y juegos, habitado por él mismo, sus padres, su hermano y su institutriz, mademoiselle Isabel. Por el contrario, el colegio representaba una suerte de infierno represor para el niño. Tres años después, la familia quedó en la ruina y decidieron mudarse a Madrid para tratar de remediar la situación y allí descubrió su propia identidad. En este ambiente empezó a escribir. Cuando tenía 13 años murió su hermano, tres años mayor que él. Tres años después falleció su padre. El carácter alegre por naturaleza de Blas de Otero se agrió; se volvió introvertido y pesimista. A esta edad empezó su obsesión por la muerte. En 1931 comenzó la licenciatura de Derecho; poco después tuvo que abandonarla para volver a Bilbao con su familia. La situación de ruina se había agravado tras la desaparición del padre, lo que impuso el regreso a la ciudad natal.
He leído unos cuantos poemas de este autor, pero el que mas me ha gustado ha sido este puesto que me ha embriagado con sus palabras tan profundas y con los sentimientos que refleja. En este complejo poema dedicado a la inmensa mayoría, Blas de Otero pretende narrar la profunda transformación que ha sufrido al pasar de un estado de profunda angustia personal a otro de denuncia social y colectiva. Para ello realiza una rigurosa descripción de un hombre y de su contacto con el mundo (y como se demostrará más adelante, ese hombre no era otro sino el mismo Otero), y cómo la solución para lograr la salvación individual se encontraba en la búsqueda de la paz interior. Además aprovecha para criticar determinados aspectos sociales injustos como puede ser la guerra y sus consecuencias.
“A la inmensa mayoría”
(de Pido la paz y la palabra, 1955)
Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre
aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió; y rompió todos sus versos.
Así es, así fue. Salió una noche
echando espuma por los ojos, ebrio
de amor, huyendo sin saber adónde:
a donde el aire no apestase a muerto.
Tiendas de paz, brizados pabellones,
eran sus brazos, como llama al viento;
olas de sangre contra el pecho, enormes
olas de odio, ved, por todo el cuerpo.
¡Aquí! ¡Llegad! ¡Ay! Ángeles atroces
en vuelo horizontal cruzan el cielo;
horribles peces de metal recorren
las espaldas del mar, de puerto a puerto.
Yo doy todos mis versos por un hombre
en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso,
mi última voluntad. Bilbao, a once
de abril, cincuenta y tantos. Blas de Otero.
Un gran poema social que nos hace imaginar la dureza de la vida bajo el franquismo, la atonía, la soledad, la desesperación de quienes no comulgaban con el nacionalcatolicismo. Gran elección.
ResponderEliminar