jueves, 8 de diciembre de 2016

El burro del señor político

A veces, la lengua tiene ciertas ambigüedades que permiten interpretarla de distintas maneras. En estos días, ha saltado a la prensa regional la expresión "El burro del político", que no es, como algunos enseguida se apresuraron a pensar, un insulto. Tampoco es una fábula de las de Esopo, pero casi. Una anécdota jugosa, sin duda.

Y es que al diputado socialista y presidente de la DPZ (Diputación Provincial de Zaragoza), señor Juan Antonio Sánchez Quero, acaban de nombrarlo en Alcalá de Ebro gobernador de la Ínsula Barataria. Y claro, el hombre dijo en el acto de agradecimiento que él se parecía a Sancho Panza en que también tenía un burro o, para ser más exactos, una burra. Esta que aparece en la foto.


¡Qué mona! Digo... ¡qué burra!

Así que, propiamente hablando, si decimos "el burro del señor Sánchez Quero" no estamos cometiendo más error que el de cambiarle el sexo al animalito de marras.

Esto tiene que ver con aquello que las gramáticas de antes llamaban el genitivo objetivo y el subjetivo.... (-¿Cuálo? -pregunta el figura de la última fila, todo un proyecto de académico de la Lengua).

A los que ya somos talludos, nos lo explicaron en aquella España nuestra, postfranquista y preconstitucional, con el clásico ejemplo de "El amor de Dios", que es tanto el amor que Dios tiene a sus "creaturas" como el amor que las "creaturas" debemos tenerle a Dios ("amor a Dios" = "amor de Dios"). Y es que...

En este mundo traidor,
nada es verdad ni mentira,
todo es según el color
del cristal con que se mira.

Si aplicamos el cuento a nuestra frase inicial, "El burro del político", "Los burros de los políticos", pues, bueno, según hagamos un genitivo de esos o de los otros, un "ojetivo-sujetivo" enrevesao de aquí o acullá, que es que ya mese olvida, quemeloexplicaronhacemuchotiempo..., pues sale... que hay muchos políticos... como el señor Sánchez Quero.

Y perdonen ustedes por tan larga burrada.

Me voy con mis rebuznos a otro parte.

Hasta el próximo post.

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