El surrealismo tiene mucho de juego, de escritura automática. Aunque es un movimiento de inicios del siglo XX, ya existía la tendencia lúdica y experimental en la literatura, antes de los años de vanguardia poética.
Por ejemplo, a Joyce en Finnegan's Wake le gustaba escribir sus famosos thunderclaps, palabras de cien letras (algunas tienen en el medio Humpty-Dumpty, en homenaje a Carroll, el de Alicia en el País de las Maravillas)
En 1920 Tristán Tzara escribió su receta "Pour faire un poème dadaiste", y pedía que cogiéramos un periódico y unas tijeras, que escogiéramos un artículo extenso, cortáramos el título y cada palabra del texto, que lo metiéramos todo en una bolsa y que luego, al azar, fuéramos sacando los términos y "os habréis convertido en escritores de extraordinaria originalidad y de delicada sensibilidad, aunque un poco oscuros".
Carroll había escrito antes, en La caza del Snark:
"Para empezar, un párrafo escriba;
córtelo luego en trozo pequeños;
mézclelos bien y algunos escoja
como al azar cayeron al suelo
porque si en orden quedaran las frases
es lo de menos".
En español hay una larga corriente de ludolingüística. Vinculado al surrealismo estuvo Ramón Gómez de la Serna, con sus greguerías. Y al teatro de humor, Jardiel Poncela, famoso por sus momeciclos. En Argentina, destaca Julio Cortázar con su lenguaje inventado, el glíglico y el famoso fragmento, tomado del capítulo 68 de Rayuela.
Así canta Guillermo Cabrera Infante, en Tres tristes tigres, sus "Borborigma Darii"
"Maniluvios con ocena fosforecen en repiso.
Catacresis repentinas aderezan debeladas
maromillas en que aprietan el orujo y la regona,
y esquirazas de mili rebotinan el amomo.
¿No hay amugro en la cantoña para especciar el gliconio?
Tufararas vipasanas paloteabean el telefio.
La reata de encellado, ¿no enfoscaba el propíleo?
¡Ah, cosetanos bombés que revulsan en limpión!
Tunantada enmohecida se fulmina en la diapente.
Pastinacas de diapreas opositan
el frimario mientras pecas de satirio
afollaban los fosfenos del litófago en embrión.
¡No hay marisma!
Los ibídemes de prasma refocilan
en melindres y a su lado la gumía jaraneaba un notocordio
en trisagios de silbón.
Gurruferos malvaviscos
juntamente en metonimias desancoraban la gubia
para pervertir la espundia y abatanar el cachú.
¡No hagan olas!
Cachondeos poliglotos prefacionan el azur
y amartelan el rehílo de alcatifas en palurdo,
otrosíes de la fullona dorada en el conticinio
¡Vale reis!
¿No entrelinean el dilúculo?
¡Prior pautado!
Volapiés de sonajeros atafagan el boquín
y en las dalas, en las dalas de Gehenna
recurvan los borborigmos de la simonía de abril."
Y así escribe Huidobro en el canto IV de Altazor:
No hay tiempo que perder
Ya viene la golondrina monotémpora
Trae un acento antípoda de lejanías que se acercan
Viene gondoleando la golondrina
Al horitaña de la montazonte
La violondrina y el goloncelo
Descolgada esta mañana de la lunala
Se acerca a todo galope
Ya viene la golondrina
Ya viene la golonfina
Ya viene la golontrina
Ya viene la goloncima
Viene la golonchina
Viene la golonclima
Ya viene la golonrima
Ya viene la golonrisa
La golonniña
La golongira
La golonlira
La golonbrisa
La golonchilla
Ya viene la golondíla
Y la noche encoge sus uñas como el leopardo
Ya viene la golontrina
Que tiene un nido en cada uno de los dos calores
Como yo lo tengo en los cuatro horizontes
Ya viene la golonrisa
Y las olas se levantan en la punta de los pies
Viene la golonniña
Y siente un vahído la cabeza de la montaña
Viene la golongira
Y el viento se hace parábola de sílfides en orgía
Se llenan de notas los hilos telefónicos
Se duerme el ocaso con la cabeza escondida
Y el árbol con el pulso afiebrado
Pero el cielo prefiere el rodoñol
Su niño querido el rorreñol
Su flor de alegría el romiñol
Su piel de lágrima el rofañol
Su garganta nocturna el rosoiñol
El rolañol
El rosiñol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Envía tus comentarios