Miguel de Unamuno, tan preocupado él por la
inmortalidad, definía la obra de arte como
consunción. Es decir,
desgaste.
Y es que el autor se dice en su creación y en ella se consume. Ha dicho cuanto tenía que decir, se ha vaciado y entonces, muere el
hombre, cuya presencia ya no es necesaria. Pero queda el
artista, que es inmortal.
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