Las onomatopeyas imitan los sonidos de la realidad, pero aunque se consideren lenguaje motivado, es decir, no arbitrario, lo cierto es que en la imitación hay un cierto grado de convencionalismo, porque cuando comparamos las onomotapeyas en distintas lenguas, vemos que no coinciden.
Así, para quejarnos en castellano usamos "¡ay!", pero en alemán usan "¡au!". Ya en 1959 Ferdinand de Saussure, lingüista suizo, padre del estructuralismo, advirtió que el gallo español gritaba "kikirikí", pero "kikerikí" en alemán y "cocoricó" en francés. En Inglaterra, hacen: "cock-a-doodle-do". Nacionalismo hasta en las aves.
Hasta en el cómic se pueden apreciar las diferencias. El cómic americano ha impuesto sus onomatopeyas, verbos ingleses como "crash" (apalastar), "snif" (rastrear, olfatear), "boom" (explosión), "splash" (chapotear), "ring" (tocar un timbre). Colonialismo lingüístico contra el que reaccionan los demás países.
Por ejemplo, en francés un navío que deja una estela hace "FFFFFIIIILE", el viento "siiiifle" (silba), los corderos hacen "bêê"; los cerdos, "groin, groin"; las vacas "meuh".
Ya Aristófanes hacía en Las ranas que los batracios hicieran "Brekekex, coax, coax, brekekex, coax, coax".
La Mafalda de Quino hace "yíiiik-crash!" para anunciar un golpe y cuando da un beso suena "¡MMCHUiiiiiK!".
El Capitán Trueno es castizo hasta en los efectos sonoros: "paf", "plum", "pim", "pam", "uf", "ay", "zzzz" (para el dormir), "chaaas" (cuando saca la espada corta), "chaaf" (cuando la clava), "graak" (graznido del cuervo), "¡ÑIIIEEEC!" (las bisagras de las puertas misteriosas), "crieeec" (cuando están mohosas), "¡auuuurg!" (cuando algo duele mucho), "¡BRAAAAM!" (cuando hay un trueno).
Mortadelo también llena sus viñetas de onomatopeyas: "¡ííííííh!" (para los frenazos), "¡FIIIIIISH!" (para el aceite hirviendo).
Como se puede ver, hasta el uso de la tipografía (mayúsuclas, minúsculas, exclamaciones) es expresivo.
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