martes, 29 de marzo de 2016

Teatro y pecado

El mundo del teatro siempre ha estado vinculado a lo espectacular, a la alegría, a la relajación moral. Y es eso lo que lo ha aproximado, desde el punto de vista de los religiosos, a la vida pecaminosa. En el pasado se negaba a la gente cómica el derecho a ser enterrada en sagrado (es decir, en el perímetro de los cementerios católicos), se les prohibía a menudo el acceso a los lugares santos, como las iglesias y eran considerados como seres lascivos, réprobos y condenados al fuego eterno.

     Las prevenciones contra el teatro vienen de lejos. He aquí un texto de la Apologética, de Tertuliano, donde uno de los padres de la Iglesia se muestra contrario a la práctica teatral: donde hay teatro, anda cerca el demonio.


Contra los espectáculos 
      “Un cristiano debe alejarse de los Espectáculos, porque son contrarios a la verdadera piedad y al culto sincero que debemos a Dios, y a la promesa solemne hecha en el Bautismo de renunciar al Diablo, a sus pompas y a sus obras. Los Espectáculos son parte de la idolatría y de las pompas del Demonio, a las que los cristianos renuncian en el Bautismo. Además de esta fundamental razón que es la idolatría, hay otra, muy importante: Dios ha orde­nado conservar, por la tranquilidad y la paz, el Espíritu Santo, tierno y delicado por naturaleza y no inquietarlo por la cólera y las criminales tentaciones. ¿Cómo pueden congeniar con los Espectáculos, que abundan en agita­ciones del espíritu y del corazón? No hay allí placer sin pasión; la pasión arrastra la emulación, la cólera, el furor y todas estas secuelas no convienen a nuestra disciplina. Si alguien fuera el espectáculo sin pasión y permaneciera en él sin ser afectado, no hallaría placer y pecaría, por lo menos, por la inutilidad de su acto, cosa que tampoco nos conviene.     
         Otro motivo concierne a la impudicia del teatro, donde se realizan en público todas las infamias que es normal ocultar cuidadosamente. Resulta absurdo, pues, buscar afanosamente en los Espectáculos lo que en la vida co­rriente produciría vergüenza u horror. No se puede amar ni siquiera las imágenes de lo que no se debe hacer. El Teatro representa sólo acciones criminales, de furor en la Tragedia, de libertinaje en la Comedia. Es absurdo es­timar un arte cuando se desprecia a los que lo ejercen hasta acusarlos de infamia. La ley de Dios ha lanzado su maldición contra las Máscaras y, sobre todo, contra los hombres que se visten de mujeres. Estas asambleas están llenas de peligros. Hombres y mujeres van a ellas, los unos para ver, las otras para ser vistas y con una aparien­cia extraordinaria. Una mujer que va al teatro, vuelve de él poseída por el demonio. 
            (Tertuliano: Apologética)

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