Somos presos de lo que sentimos, de lo que decimos, de lo que hacemos. Somos presos de nosotros, somos presos de lo que somos, de lo que queremos ser. Presos de nuestras aspiraciones, de nuestras ilusiones, frustraciones y sueños. Somos. Siempre somos. Somos lo que nos dejan ser, lo que nos enseñan, por lo que nos revolvemos, por lo que nos callamos, por lo que decimos. Somos tanto que no somos nada. Somos confusión. Somos ilusión. Es, de hecho, esa ilusión la que nos hace ser, la que nos hace sentirnos vivos, la que nos deja sin habla y la que nos incita hablar. Esto mismo es lo que intento mostrar en el siguiente poema:
donde nunca habíamos quedado,
se sentó mirando al suelo
y dijo
“un té quiero, gracias”.
Y cumplí su deseo sin
darme cuenta de que sólo
pedía de beber.
Tan ambiguo como él,
el lenguaje de su lengua me dejó
sin palabras.
Sin eludir su boca y
aludiendo a esa manera suya
de volverme loca,
de dejarme sin habla,
de hablarme sin
articular palabra.
Mediante un juego de palabras intento mostrar la ilusión que un "te quiero" esconde, lo que nos hace sentir, lo que nos hace pensar, lo que nos hace vibrar. Simplemente eso: vibrar. Tan complicado y sencillo a la vez. Tan sutil y recargado de la esencia de uno mismo. Tan. Sólo dos palabras y lo mucho que esconden.
Lo que este pedacito de prosa poética intenta transmitir es sencillez y complejidad, atención, sinceridad, juego. Todo aquello que podemos sentir al oír una voz. Independientemente del mensaje, del lenguaje, del mundo.
En entradas anteriores decía que mi aspiración es ser arte, que lo que busco es, sencillamente, hacer sentir. Nada más lejos de la realidad: esto se mantiene. Intento ser esa ilusión, ese té quiero, ese juego de palabras, intento ser arte, intento ser lo que sueño: intento ser mi ilusión.
Y a ti, ¿qué te ilusiona? ¿Qué quieres ser? ¿Son los sueños capaces de soñarse despiertos?
Yo siempre te leo con atención, Raquelita, porque creo que tienes mucho que decir a los demás. Te encanta comunicar y lo haces muy bien. Para mí, esta entrada nos hace pensar en que, muchas veces, solo oímos lo que queremos oír, solo vemos lo que queremos ver. Sobre la realidad, proyectamos nuestras ilusiones, como don Quijote. Por eso o él no está tan loco o todos estamos tan locos como él. Paradojas del vivir
ResponderEliminar¡Muchísimas gracias, José Antonio!
EliminarLo bonito de la poesía (bien en verso, bien prosa poética) es esto: la interpretación, cómo cada cual interpreta lo que lee en función de lo que siente, de lo que piensa, de cómo ve el mundo. Esto es a lo que llamo yo arte.
Qué bonito es escribir y que interpreten, que lean, que sientan. Qué bonito.
Gracias.