domingo, 14 de octubre de 2018

Cosas de perros

Cuando uno piensa cómo se dice una palabra en otras lenguas, por ejemplo "perro", al comparar los resultados se desata un instinto filológico que te hace pensar.

Veamos, "perro" en portugués es cão, con la famosa ã nasal, y en gallego se dice can. Una etimología que cuadra bien con la latina, canem. En latín, hay una famosa inscripción que dice "Cave canem", "Guárdate del perro". Los perros pertenecen a la familia de los cánidos y también los llamamos así en español, canes. Decimos, por ejemplo, de alguien que está canino cuando está sin blanca o que tiene un hambre canina, cuando tiene mucha hambre.

En otras lenguas románicas, se conserva esa c inicial latina, más o menos evolucionada: chien en francés, cîine en rumano, cane en italiano y en corso... Esta c ya estaba también en la etimología griegaκύων, kyon, perro, de donde deriva cínicos, filósofos que predicaban una vida sencilla y frugal, sin afectaciones, como la de un perro; pero de ahí derivaron a una actitud irreverente, escandalosa, sin refreno de ningún tipo, de donde viene el sentido peyorativo que el adjetivo aún conserva hoy en día: ser un cínico no es tan solo una cuestión de filosofía.

En las lenguas anglogermánicas, sin embargo, la raíz es otra: hond en holandés y en alemán luxemburgués, hund en danés y en alemán y en noruego, hundur en islandés. En inglés, sin embargo, hay dos palabras: la más usual, dog, con la que podemos relacionar la española dogo, y el pidgin dok, y la menos común, hound, que aparece por ejemplo en títulos tan conocidos como Baskerville's Hound, El sabueso de los Baskerville, una de las aventuras más leídas de la serie de Sherlock Holmes, del escritor británico Arthur Conan Doyle.

En lenguas-misterio, como el euskera, de origen desconocido y que no puede agruparse con casi nunca otra lengua conocida, se dice txakur. Como vemos, una raíz que no tiene nada que ver con ninguna otra.


Y en las lenguas artificiales, los creadores lingüísticos optan o bien por la raíz latina, como en la interlingua: can, bien por la raíz germánica, como en el esperanto: hundo, bien por la forma inglesa como en el volapuk: dog.

Y entonces, ¿de dónde viene perro, ya que parece que solo el español tiene una palabra similar? Bueno, también el astur-leonés, donde se dice perru, con la característica metafonía o cierre vocálico.

Busquemos en el Coromines, el diccionario etimológico más famoso del mundo hispánico, y esto dice:
"1136. Vocablo exclusivo del castellano, que en la Edad Media solo se emplea como término peyorativo y popular, frente a can, vocablo noble y tradicional.
Origen incierto. Probablemente, palabra de creación expresiva, quizá fundada en la voz prrr, brrr, con que los pastores incitan al perro, empleándola especialmente para que haga mover el ganado y para que este obedezca al perro.
Compárese el gallego apurrar, 'azuzar los perros'. "
O sea, que la palabra perro es una onomatopeya, según parece. Y tenía un valor peyorativo, como cuando en inglés lo llaman a uno slum dog, perro callejero, como ocurre con Aladino, el de Las mil y una noches; o como cuando se dice de alguien: son of a bitch. En español también decimos eso de "Tiene la perra de un coche nuevo". O se habla de "pasar una noche / un día de perros" o "vivir una vida de perros". También tenemos el refrán "A perro flaco, todo son pulgas" o hablamos de "perros apaleados". Decimos "hace un día de perros", de modo similar a como los ingleses dicen "It's raining cats and dogs". O usamos la expresión "hacerse el perro", en el sentido de "llamarse a andana" o de "hacer el vago". Y también existe el adjetivo "perrero" con el significado de "rastrero". O "perruno", que se aplicaba a la religión musulmana: la "fe perruna". O la expresión "no valer ni una perra gorda / perra chica / perrina / perrona", no valer nada, en alusión a la moneda de diez céntimos de peseta que llevaba grabada la imagen de un león tan mal hecha que parecía un perro. O hablamos de coger una "perreta", una rabieta.


Hay otros étimos propuestos, relacionando al perro con el griego pyr, fuego, con el latín petra o con el gitano pal, amigo, pero no parecen etimologías muy creíbles. El campo semántico del perro es bastante rico: chucho, cachorro, can, sabueso, jauría, perruno..., además de los hipónimos pastor alemán, chihuahua, caniche, carlino, dálmata...

Es curioso que para la forma catalana del perro, gos, plural gossos,se haya propuesto también un origen onomatopéyico: en cierta manera, cuando falla la filología comparada, siempre podemos recurrir a el truco de la imitación de sonidos. Catalán y español también comparten muchas expresiones figuradas en las que intervienen los cánidos: com gat i gos, fidel com un gos, estar més content que un gos amb un os, una vida de gos, lligar els gossos amb llonganisses...


Otra curiosidad: ¿por qué hablamos de hotdogs o perritos calientes? Parece ser que el origen de la expresión tiene que ver con el parecido de los perritos salchicha (dachshund en alemán) y el famoso bocadillo consistente en una salchicha colocada entre dos panecillos y rociada con alguna salsa, tipo ketchup, mostaza o ambas. Los vendedores callejeros americanos las vendían al grito de "Compren las dachshund cuando aún están red hot", o sea, cuando aún están "rojas calientes". Pero de ahí se pasó a llamar al bocadillo hot dog, en lugar de red hot, y pronto se convirtió en un alimento popular entre las clases trabajadoras de Nueva York. Desde la ciudad de los rascacielos, se popularizó por el mundo entero. En América latina recibe distintos nombres: hot-dog en Ecuador, México, Perú y Bolivia; pancho en Argentina, Uruguay, Bolivia y Paraguay; completo en Chile; perro caliente en Colombia, España y Venezuela.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Envía tus comentarios