Sobre los ángeles es el título de un famoso poemario de
Rafael Alberti. Ahora traigo aquí este título porque el miércoles, 13 de enero, asistí a la presentación de una antología de poesía titulada
La luz escondida. (Una poética de los ángeles), publicada por
Libros del Innombrable y dedicada monográficamente al tema. Los antólogos son
José Antonio Conde y
Raúl Herrero, quienes presentan su propuesta de trabajo sin intención de establecer un canon, de incluir o excluir a nadie. Por la antología pasan poetas consagrados (Brines, Arrabal, Fernández Molina...) y noveles (Javier Gil, Diana Varela, Nuria Rovira...), aragoneses o no, vivos o difuntos. La poesía lo acepta todo y a todos incluye, aunque personalmente lamento que no estén representados dos poetas que conozco:
Manuel Vilas y
Blanca Langa. En fin, igual no encajaban por el tema, el espacio, por olvido o lo que haya sido, no sé.
La
angeología es una ciencia necesaria en un mundo como este en que vivimos. El curso pasado, los alumnos del Taller de Escritura que dirige en el
Avempace el profesor
Ángel Longás, publicaron su libro titulado precisamente
El coro de los ángeles. El ángel está ahí, al alcance de la juventud y la madurez, ingrávido, inspirador, tutelar a veces y a veces ejecutor.
Voy a transcribir aquí un par de poemas de dos importantes autores aragoneses que me han gustado mucho, uno de
Miguel Labordeta y otro de
Emilio Gastón. Aprovecharé para contaros algo de los poetas. Ahí va.
Miguel Labordeta (Zaragoza, 1921-1969), hermano de José Antonio, fue profesor y poeta, miembro de la generación de posguerra, muerto prematuramente antes de los 50 años. Conectó con las vanguardias, hizo poesía surrealista en verso libre, visiones cósmicas y tono apocalíptico: Sumido 25 (1948), Violento idílico (1949), Transeúnte central (1950), Epilírica (1961), Los soliloquios (1969) son algunas de sus obras. Póstumamente se publicó Autopía (1972) y, en 1994, aparecio la antología de su poesía Donde perece un Dios estremecido, elaborada por Antonio Pérez Lasheras y Alfredo Saldaña. El poema que transcribo aquí se titula "Retrospectivo existente", y el poeta se pregunta en sus versos por su identidad:
RETROSPECTIVO EXISTENTE
Me registro los bolsillos desiertos
para saber dónde fueron aquellos sueños.
Invado las estancias vacías
para recoger mis palabras tan lejanamente idas.
Saqueo aparadores antiguos,
viejos zapatos, amarillentas fotografías tiernas,
estilográficas desusadas y textos desgajados del Bachillerato,
pero nadie me dice quién fui yo.
Aquellas canciones que tanto amaba
no me explican dónde fueron mis minutos,
y aunque torturo los espejos
con peinados de quince años,
con miradas podridas de cinco años
o quizá de muerto,
nadie,
nadie me dice dónde estuvo mi voz
ni de qué sirvió mi fuerte sombra mía
esculpida en presurosos desayunos,
en jolgorios de aulas y pelotas de trapo,
mientras los otoños sedimentaban
de pálidas sangres
las bodegas del Ebro.
¿En qué escondidos armarios
guardan los subterráneos ángeles
nuestros restos de nieve nocturna atormentada?
¿Por qué vertientes terribles se despeñan
los corazones de los viejos relojes parados?
¿Dónde encontraremos todo aquello
que éramos en las tardes de los sábados,
cuando el violento secreto de la Vida
era tan sólo
una dulce campana enamorada?
Pues yo registro los bolsillos desiertos
y no encuentro ni un solo minuto mío,
ni una sola mirada en los espejos
que me diga quién fui yo.
En este vídeo, José Antonio Labordeta recita el poema de su hermano
También puedes oírlo con buena calidad en este enlace:
Enlaces sobre Miguel Labordeta:
Emilio Gastón Sanz (Zaragoza, 1935) es abogado, jurista, político, pintor, escultor y poeta. Fue el primer Justicia de Aragón de la democracia. Asistía a las tertulias del café Niké que organizaba Miguel Labordeta, publicó en las revistas del grupo. Obras: El hombre amigo mundo (1958), Y como mejor proceda digo (1976), Pronunciamiento (1978), Musas enloquecidas (1987), Antología épica (1990), Manifiestos (1995)... Su poema:
Canto a los alejados ciudadanos
Casi todos los ángeles, prefirieron el vino con sifón.
Y todo esto, en memoria de aquellos hombres.
Sólo de aquellos hombres que otro tiempo volaron a
su nube, y valieron la pena de ser glorificados
en aquel brindis angelical.
Resulta que soñaron demasiado.
Que les dio por pensar de abajo arriba lanzando su
laringe a la esperanza...
Y tosieron con luz,
con trascendencia,
con ese ser así destartalado.
Acontece que aquellos soñadores...
Consiguieron un día el privilegio de volar a ese cúmulo
espacial donde se puede vivir todo.
Instalaron allí su alojamiento...
Y renunciaron a seguir ligados a la pequeña cuota de
alquieleres de sus apartamentos terráqueos.
Estos metaexistentes, jamás necesitaron valorar su
canción a pie de obra para considerar su peso
exacto.
Ese peso elevado tan valiente como su inclinación
Ideológica.
Sean glorificados.
Enlaces sobre Emilio Gastón: