Acaba de publicarse el libro Con dos huevos, de Héloïse Guerrier, filóloga francesa, investigando el origen de expresiones populares españolas. Y hay algunas muy curiosas.
Cuando en la Edad Media un señor feudal ponía en práctica el derecho de pernada sobre la esposa de un vasallo, se colocaba en la casa una cornamenta de ciervo que dio origen a la conocida frase «poner los cuernos», una de las expresiones cuyo origen revela la filóloga Héloïse Guerrier en un divertido glosario titulado «Con dos huevos».
Acompañados por los dibujos realizados «al pie de la letra» por David Sánchez, la filóloga francesa analiza castizos modismos como «estar en todos los fregados», «dar el coñazo» o «cágate lorito» en esta obra que la propia Guerrier sugirió a la editorial Astiberri ante el desconcierto que le produjeron como extranjera estas expresiones populares formadas con palabras y términos sencillos, entre el surrealismo y lo escatológico, y cuyo significado real no tiene nada que ver con lo enunciado.
A Guerrier (Francia, 1981), que estudió filología hispánica en la Sorbona, el interés por estas frases le vino cuando se trasladó a vivir a Madrid, hace diez años. «En la Facultad no te enseñan las expresiones de este tipo que se usan en la calle, y las españolas son muy gráficas: 'cagarse en la leche', 'montar un pollo', 'que te folle un pez'... Yo me las apuntaba porque si te paras a pensar en ellas son verdaderamente perturbadoras», explica.
Investigó su origen en diccionarios de dichos, frases hechas y populares (como los de Buitrago, Celdrán o Seco), «buceó» por internet y comprobó que detrás de cada una de esas expresiones «había mucha miga». La filóloga analizó la etimología, cuál era el uso inicial, en qué contexto se creó, y cómo habían ido evolucionando.
«Dormir la mona», por ejemplo, se remonta al siglo XVI y que hace referencia a la costumbre que había de dar vino a los monos para ver el efecto que les provocaba.
«Montar un pollo» viene de la palabra poyo, un banco de piedra arrimado a la pared junto a la puerta de las casas de los pueblos. Así de llamaba en el siglo XIX al podio en la que los oradores pronunciaban sus discursos en las plazas y que solían terminar en polémicas y encendidas discusiones.
«Manda huevos» es la versión romance del «mandat opus!» («la necesidad obliga»), que se empleaba en el ámbito jurídico, según recoge el libro.
Por encima del machismo residual que lleva consigo en ocasiones la lengua -«es la polla» para referirse a algo positivo, mientras que «menudo coñazo» se asocia a algo negativo- Guerrier encontró quemuchas expresiones utilizaban palabras vinculadas a la comida y el sexo: «estar metido en el ajo», «que te den morcilla», «joder la marrana», «echar un polvo»...
«En Francia hay expresiones así, pero aquí son más bestias», comenta la autora que aún recuerda su sorpresa cuando un compañero de Astiberri cansado de que algunos autores se pasaran por la editorial sin avisar gritó: «Esto parece el coño de la Bernarda».
Precisamente, esta extraña frase se incluye en el libro (hace referencia a una curandera granadina cuya vagina se halló intacta al desenterrarla), pero en otras, Guerrier y Sánchez se dieron por vencidos ante la dificultad para convertirlas en una imagen.
«Frases como 'no tengo el chichi para farolillos' y con 'verdades como templos' tuvimos que sacarlas de la lista porque eran demasiado complicadas», comenta sonriente la autora del libro.
Me ha impresionado la historia de la Bernarda. ¡Por la hospitalidad a la perennidad!
ResponderEliminarSí, la verdad es que hay algunas expresiones de orígenes increíbles. Gracias por el comentario, Miguel Ángel.
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