Edouard Manet, 1832-1883, precursor del
impresionismo, uno de los más grandes maestros de la pintura del
siglo XIX, pasó una temporada en
Oloron y pintó un cuadro que ya anuncia el
arte moderno. El cuadro se titula simplemente
Oloron Sainte-Marie o también
Sur une galerie à collones à Oloron Sainte-Marie.
La historia de la tela es, más o menos, la siguiente.
En septiembre de 1870, en
París,
Manet, que servía como teniente de artillería en defensa de la ciudad, estaba inquieto por las consecuencias que la
guerra franco-prusiana podría tener para su
familia, así que envió a
Oloron a su esposa
Suzanne y al hijo de esta -hijastro suyo-,
Léon Leenhoff.
Manet era republicano, como
Degas, partidario político de
Gambetta y patriota, así que quería defender
París, pero temía por la suerte de los suyos. Su amigo
Lailhacar le propuso alquilar una casa oloronesa de su propiedad, luego comprada por la familia
Souviron, por lo que recibe el nombre de "
maison Souviron", en la
rue Justice.
A partir de febrero de 1871, con la capitulación de
París,
Manet queda libre de compromiso militar y se va a
Oloron a reencontrarse con su
familia después de largos meses de separación. Y allí se encuentra con el magnífico
invierno pirenaico y con el paisaje sorprendente de
Oloron.
Según escribía en 1879 el periodista Albert Wolff, Manet "mostraba el camino del futuro", era su "poste indicador", y eso ya se entreveía en esta magnífica pintura de tema oloronés. Manet había sido artista contra los deseos de su progenitor, un aburguesado magistrado parisino que quería hacer de su hijo un avezado marino.
En este cuadro, que oscila entre el vanguardismo contemporáneo y el realismo tradicional, se expresa lo esencial de la relación del personaje con el mundo: la imagen fija, el instante. El cuadro se conserva en la Fondation Bührle, de Zurich, óleo sobre tela, 42,5 x 62,5 cm. Hoy nos fascina de él lo que antes más chocaba al contemplarlo: esa fría dureza de la galería, en primer plano, con sus muros grises y su perspectiva opuesta al paisaje divisado desde ella. Y como nexo de unión entre los dos planos, la figura humana:
- Un personaje acodado en la barandilla de la última planta del edificio del que unos dicen que era Léon Leenhoff, hijastro de Manet, de 19 años; y otros aseguran que era su casero en Oloron, monsieur de Lailhacar. El hombre transmite una sensación de inactividad y espera. Mira al vacío, da sensación de algo fugitivo, un perfil, un sombrero nada más.
En primer plano, puede verse además un gato enroscado, quizá por influencia del soneto que su amigo Baudelaire acababa de componer dedicado al felino.
Los tonos son poco numerosos, pero el conjunto es armonioso, con sus muros ocres, sus contraventanos verdosos, sus pizarras casi turquesas, sus castaños, su glauca vegetación, su cielo lechoso, sus columnillas rojo ladrillo...
Posiblemente, Manet pintó este y otros cuadros para aliviar los gastos de estancia en Oloron, dado que estaba arruinado por la guerra.
En febrero de 1871, Manet y su familia se fueron de Oloron y ya no volvieron más. Pasarían por Burdeos, Arcachon, Boulogne-sur-Mer, Calais... antes de volver a París.
Manet fue un gran renovador de la pintura francesa y europea. Cuando criticaban su extraño modo de pintar, él solía contestar "je peins ce que je vois et non ce qu'il plaît aux autres de voir", pinto lo que yo veo, no lo que agrada a los otros. Y añadía un tanto enigmáticamente: "l'oeil se fera", el ojo se hará. Y efectivamente, así ha sido.
Este cuadro es seco, está despojado de toda retórica, nada de ornamentaciones ni bellezas de tocador. Su sequedad es elocuente. Es la irrupción de la vida cotidiana y sus bajezas en el arte. La épica de lo vulgar. Manet se muestra aquí discípulo de Goya y de Baudelaire.
LE CHAT (Charles Baudelaire)
Viens, mon beau chat, sur mon cœur amoureux ;
Retiens les griffes de ta patte,
Et laisse-moi plonger dans tes beaux yeux
Mêlés de métal et d’agate.
Lorsque mes doigts caressent à loisir
Ta tête et ton dos élastique,
Et que ma main s’enivre du plaisir
De palper ton corps électrique,
Je vois ma femme en esprit ; son regard,
Comme le tien, aimable bête,
Profond et froid, coupe et fend comme un dard,
Et des pieds jusques à la tête,
Un air subtil, un dangereux parfum
Nagent autour de son corps brun.
(EL GATO, de Carlos Baudelaire. Ven, hermoso gato, sobre mi
pecho amoroso: / retén las garras de tus patas / y déjame sumergir en tus
hermosos ojos, / en los que se mezclan el metal y el ágata. // Cuando mis dedos acarician a su antojo, / tu cabeza y
tu lomo elástico, / y mi mano se embriaga con el placer / de palpar tu cuerpo
eléctrico, // veo a mi mujer en espíritu; su mirada, / como la tuya, amable bestia, / profunda y fría, como un dardo hiende y corta, // y, de los pies a la cabeza, / un
aire sutil, un peligroso perfume, / flota alrededor de su cuerpo moreno.)
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