El movimiento constitucionalista, nacido de la Revolución Francesa, estableció algo que hoy nos parece evidente, pero que durante mucho tiempo no lo fue: que la soberanía reside en el pueblo, no en el Rey. Antes, se hablaba del derecho divino de Reyes y Papas a detentar el poder, "por la gracia de Dios". Todavía hoy en el escudo heráldico de la casa Windsor, que reina en Gran Bretaña, se lee en francés el lema nobiliario del linaje: "Dieu et mon droit", "Dios y mi derecho".
Sin embargo, ya en época romana las legiones portaban el celebérrimo estandarte S.P.Q.R., Senatus PopulusQue Romanorum, Senado y Pueblo de Roma, una fórmula profundamente democrática que desgraciadamente se perdió en la oscura noche de los tiempos medievales y que no se recuperó hasta que Rousseau y otros enciclopedistas franceses alumbraron el lema Liberté, Égalité, Fraternité.
En fin, que 1812 fue un gran año para nuestra historia. La fecha de nuestra primera Constitución. Una fecha digna de celebración.
Por fin todos éramos iguales ante la ley.
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