"VOZ DE VARLIN.
Ciudadanos, ¿por qué
esa intentona? Para que Francia, privada de sus últimas armas, sea abandonada
a las desorbitadas exigencias de Bismarck y al mismo tiempo, desvalida, sea la
única en pagar esas exigencias. ¡Para que los que han hecho esta guerra
criminal puedan hacer que la paguen los que derramaron su sangre en ella! Para
que los excelentes negocios de la guerra puedan transformarse ahora en los
excelentes negocios de la paz. Ciudadanos guardias nacionales, la Comuna
exigirá que los diputados, senadores, generales, fabricantes y grandes
propietarios, sin olvidar la iglesia, que son los responsables de la guerra,
¡paguen los cinco mil millones a los prusianos y vendan para ello sus posesiones!
Grandes
aplausos. Han entrado en la sala los alcaldes.
LA
VOZ.
El comité central saluda al alcalde de París.
VOZ
DEL ALCALDE. Éste es el ayuntamiento de la ciudad de París.
Ustedes lo han ocupado militarmente. ¿Pueden decirnos con qué derecho?
UNA VOZ. En nombre del pueblo,
monsieur le Maire. Considérense
como sus huéspedes y sean bienvenidos.
Protestas.
VOZ
DEL ALCALDE. Sabéis lo que significa esa respuesta. Dirán: lo que
quiere esa gente es la Revolución.
GRITO.
¿Cómo que quiere? La revolución está
aquí. ¡Mira a tu alrededor!”
(Bertolt Brecht, Los días de
la Comuna. Turandot o El congreso de los blanqueadores. Trad. Miguel Sáenz,
Madrid, Alianza, 2001, escena 4, p. 34)
Y para acabar, fíjense en la reacción de los poderosos, o sea, de los alcaldes, de los políticos: "¡Rojos!, ¡Subversivos!, ¡Revolucionarios!, ¡Anti-sistema!"
¿No les recuerda algo? ¿Dónde habré yo oído eso antes?
¡Vaya! Año 1871, año 1948, año 2012. ¡Parece que, por nosotros los humanos, no pasa el tiempo!
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- Bertolt Brecht y el teatro de su tiempo, archivo en avempace.com.
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