Este artículo escrito por un profesor es muy interesante:
http://www.hoy.es/culturas/201405/06/para-sirve-sintaxis-20140506000521-v.html
JOSÉ LUIS
GONZÁLEZ PROFESOR DE LITERATURA
PARA qué sirven las abuelas? ¿Para qué sirve nuestra sombra? ¿Para qué
sirve el ácido hialurónico? ¿Para qué sirve el café? ¿Para qué sirve la
alabanza a Dios? ¿Y el vidrio reciclado? ¿Y un catedrático emérito de
Estratigrafía, o hablar en ruso allá en Lubango, la capital de la provincia
angoleña de Huíla? ¿Y para qué sirve el Senado ahora? ¿Y los logaritmos
neperianos? ¿Para qué sirve poner normas de seguridad en un laboratorio de
productos químicos? ¿Para qué votar en las europeas?
¿Pero para qué sirve la Sintaxis ? «Para lo mismo
que puede servir un crucigrama o un sudoku. Fundamentalmente para pensar.
Analizar el idioma es hacer gimnasia mental para utilizarlo mejor, para
escribir mejor, para expresar mejor, para comprender mejor. O sea, para
mejorar». Respuesta de Álex Grijelmo, un periodista modélico, apasionado del
idioma. También se piensa sentado ante un tablero de ajedrez. Y ante las
películas de ocho apellidos como los de Allen, Kieslowski, Eastwood, Kubric,
Lumet, Terrence Malick, Tarkovski o Erice o los ocho que quiera poner usted.
También deja pensativo la poesía que traspasa las paredes del corazón. Y todas
las esquelas. A algunos les remueven las entrañas las cotizaciones de Bolsa y
su Íbex. A otros, los titulares de Deportes. A mí, mirar lejano el oleaje
(desde que no fumo). La sintaxis ayuda a pensar. Entre otras razones, porque se
ocupa del orden de las palabras. Un ejemplo: cualquier hispanohablante puede
entender la diferencia de significado entre estas dos frases aparentemente
iguales: «Compró caro ese chalet» y «Compró ese chalet caro». En una te engañan
y en la otra estás forrado. No todos, sin embargo, aciertan a explicar
gramaticalmente esas diferencias de sentido sutiles. Quien aprendió qué es un
complemento predicativo y para qué sirve sabrá argumentarlo.
Es cierto que -salvo al profesorado de Lengua-a un
camarero o a una abogada, a casi ninguna dentista o a pocos policías o
albañiles les exigen en sus trabajos analizar oraciones. Sí tendrán que sumar,
multiplicar, viajar y dividir. Si ayudan a sus hijos con los deberes, puede que
sí les toque enzarzarse con atributos y circunstanciales y hasta con criaturas
como los sintagmas. Ante una parejita de frases formularias como esta, «La niña
quiere la muñeca» y «La niña quiere a la muñeca», doña Sintaxis te da la cena y
deja muchas puertas abiertas para reflexionar. ¿No servía para eso?
Habrá que reconocerlo: quien pregunta un porqué o un para
qué no siempre reclama soluciones o respuestas, puede manifestar una actitud de
rechazo. Yo aplaudo y secundo esas rebeldías. No me gustan los que se quejan
pero sí quienes protestan. Aunque algunos quieren que la única respuesta sea el
tesoro del bienestar. «A veces hay que romper las normas para aclarar las
cosas», suelta un personaje de 'Las normas de la casa de la sidra'. Los
temporeros que recolectan las manzanas se niegan a cumplir las reglas porque
las impusieron sin preguntar a los inquilinos.
Interesante, pero un tanto enrevesado a fuerza de tanto jugar con el lenguaje. Me quedo con la idea de Grijelmo: la sintaxis, gimnasia para la mente.
ResponderEliminarUna interesante contribución.