Fray Luis se atrevió a traducir a lengua romance castellana el Cantar de los Cantares, un libro de amor erótico de la Biblia que extrañamente se encuentra entre los libros canónicos aprobados por la Iglesia católica. Pero el poder eclesiástico quería que las Escrituras permanecieran en latín, en el texto fijado por san Jerónimo en la Vulgata.
Todo esto hizo que sus enemigos lo denunciaran y, aunque era un fraile, acabó con sus huesos en la cárcel, donde estuvo al menos cuatro años. Según la tradición, dejó escritos en los muros de su celda los siguientes versos:
Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado,
y con pobre mesa y casa
en el campo deleitoso
con sólo Dios se compasa
y a solas su vida pasa
ni envidiado ni envidioso.
Cuando salió de la cárcel y volvió a dar clases en la universidad de Salamanca, comenzó su docencia con la célebre frase: "Decíamos ayer..."
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