sábado, 19 de agosto de 2017

El latín y la modernidad

Desgraciadamente, desde el punto de vista histórico, el latín se ha vinculado más a los movimientos regresivos que a los progresivos.

Me explicaré: en principio, el latín era la lengua de la Corte, no del pueblo, si bien los movimientos en favor de las lenguas romances vinieron también de la realeza. En España, Alfonso X el Sabio (siglo XIII) impuso el castellano como lengua de la cancillería. En Francia, por ejemplo, en 1539, el rey Francisco I impuso las ordenanzas de Villers-Cotterets que imponían el francés por delante de cualquier otra lengua.

En cuanto a la Iglesia, hay que recordar con qué denuedo luchó para que las Sagradas Escrituras no fueran traducidas a las lenguas romances, solo podía decirse la misa en latín, obligando al pueblo a repetir como los papagayos unas oraciones que no entendían. Es proverbial el caso de fray Luis de León, que fue a la cárcel cinco años por traducir al romance el Cantar de los Cantares, uno de los libros bíblicos. Erasmo de Rotterdam defendió que el pueblo debía acceder a los textos sagrados en la lengua que entendía, Lutero tradujo la Biblia al alemán, etc. Es decir, los disidentes y herejes son los que apostaron por las lenguas romances, frente al monopolio del latín y su interpretación, que se reservaban los clérigos. El Concilio de Trento, promovido por el emperador Carlos V, estableció un índice de libros prohibidos para mantener las cosas como estaban (o sea, en latín y entendidas por unos pocos privilegiados).

Por otro lado, en las ciencias también se mantenía el latín. Descartes, Newton, los sabios de las ciencias, la filosofía, las matemáticas..., tenían que publicar sus obras en latín. En el caso de los médicos, como vemos en obras como El médico a palos o El enfermo imaginario, de Molière, o Knock ou le triomphe de la médécine, de Jules Romains, tienen fama de matasanos, se ve que sabían mejor el latín que su oficio cirúrgico, eran unos charlatanes con ínfulas cultas que cobraban por dejar al enfermo peor de lo que estaba. Incluso Charles Perrault, en el cuento "Peau d'âne", "Piel de asno", se hace cargo de este tópico:

"Or le Ciel...
Permit qu'une âpre maladie
Tout à coup de la reine attaquât les beaux jours.
Partout on cherche du secours;
Mais ni la Faculté qui le grec étudie
Ni les charlatans ayant cours,
Ne purent tous ensemble arrêter l'incendie..."

("O el Cielo... / permite que una áspera enfermedad / de golpe ataque los bellos días de la reina. / Por todas partes se busca el socorro; / pero ni la Facultad que estudia el griego / ni los charlatanes con cursos / pudieron todos juntos parar aquel incendio")

En definitiva, la enseñanza en latín se convirtió en un rasgo de antigüedad, de arcaísmo, de freno de la modernidad. Las nuevas ideas científicas y filosóficas tuvieron que abrirse paso haciéndole hueco a las lenguas vulgares, porque el latín se había convertido en el lenguaje oficial del conservadurismo y la reacción: la Iglesia, los escolásticos, los científicos anticuados son los que querían perpetuar su preeminencia.

Hoy día, que la modernidad parece consistir en cargarse las humanidades, y especialmente las lenguas y culturas clásicas, a los que somos amantes de las letras nos gustaría que en los sistemas educativos y en la sociedad hubiera más sitio para el latín. Pero durante muchos siglos fue al revés: era el latín el que cerraba el paso a la innovación.

Paradojas de la vida.

Bibliografía:

  • Titter, Jean-Louis, Histoire de la langue française. Paris, Ellipses, pp. 64-69.

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