lunes, 28 de agosto de 2017

"No tinc por", el lema contra el terrorismo


Estos días estamos oyendo mucho la expresión "No tinc por", "No tengo miedo", acuñada en Cataluña para luchar democráticamente contra el terrorismo.

Desde el punto de vista filológico, nos planteamos de dónde viene esa palabra, "por", que en español traducimos por "miedo". ¿De dónde viene la "p"?

Si pensamos en el francés, "peur", o en el italiano, "paúra", ya encontramos algún parentesco. Curiosidad: en francés, la palabras es femenina, "la peur". Una prueba más de la arbitrariedad del lenguaje, que decía el lingüista ginebrino Ferdinand de Saussure, autor del célebre Cours de linguistique générale y padre de la lingüística moderna, pues la atribución de género gramatical a los sustantivos abstractos es puramente convencional, se rige por el consenso lingüístico entre los hablantes de la misma lengua, no responde a ninguna necesidad intrínseca de la palabra.

Vayamos a los diccionarios etimológicos, a ver de dónde procede la famosa "p": la palabra catalana "por" aparece en el siglo XII y deriva del término latino pavor, -ōris, en catalán antiguo (todavía próximo al étimo original romano), paor, derivado del verbo latino pavēre  'temblar, estar asustado'. Ya más claro, ¿no?

Entonces, ¿por qué en castellano usamos "miedo" en vez de "pavor"? Volvemos al diccionario etimológico y hallamos que la palabra proviene del latín metus, miedo, y que es exclusiva del castellano y del gallego-portugués, medo, pues las otras lenguas romances usan el cultismo pavor, en lugar del étimo patrimonial metus.

La palabra ya aparecía en castellano en el Poema de Mio Cid, del siglo XII: "Non hayades miedo", "ovieron miedo", etc.

Como vocablos derivados de la palabra patrimonial miedo tenemos en castellano: amedrentar, medroso, miedoso...

Terminamos recordando la diferencia entre palabras cultas y palabras patrimoniales. Las primeras son las que presentan una forma similar a la latina, casi sin adaptación: álbum, referéndum. Las patrimoniales son aquellas que han adaptado su forma a las exigencias fonético-articulatorias de nuestra lengua: foliam > hoja. A veces, tenemos palabras cultas y patrimoniales que proceden del mismo étimo latino. Entonces se producen los llamados dobletes. Ej.: ministerium > ministerio (cultismo) y menester, mester (palabras patrimoniales).

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