Pablo Neruda, poeta chileno, premio Nobel de Literatura, escribió sus memorias, que tituló Confieso que he vivido. En ellas, habla del año 1969, de Isla Negra, su refugio solitario, donde pasaba grandes temporadas en compañía de su mujer, Matilde Urrutia,
En este fragmento nos habla de su poética, en la que la gente tiene mucha importancia. Antes de Neruda, Juan Ramón Jiménez había dicho que la poesía era cosa de minorías y creó su famosa dedicatoria; "A la inmensa minoría". Una dedicatoria corregida años más tarde por el poeta social Blas de Otero: "A la inmensa mayoría". En línea con lo que dice Neruda, el mismo argumento:
"La vida política vino como un trueno a sacarme de mis trabajos. Regresé una vez más a la multitud.
La multitud humana ha sido para mí la lección de mi vida. Puedo llegar a ella con la inherente timidez del poeta, con el temor del tímido, pero, una vez en su seno, me siento transfigurado. Soy parte de la esencial mayoría, soy una hoja más del gran árbol humano.
Soledad y multitud seguirán siendo deberes elementales del poeta de nuestro tiempo. En la soledad, mi vida se enriqueció con la batalla del oleaje en el litoral chileno. Me intrigaron y me apasionaron las aguas combatientes y los peñascos combatidos, la multiplicación de la vida oceánica, la impecable formación de "los pájaros errantes", el esplendor de la espuma marina.
Pero aprendí mucho más de la gran marea de las vidas, de la ternura vista en miles de ojos que me miraron al mismo tiempo. Puede este mensaje no ser posible a todos los poetas, pero quien lo haya sentido lo guardará en su corazón, lo desarrollará en su obra.
Es memorable y desgarrador para el poeta haber encarnado para muchos hombres, durante un minuto, la esperanza."
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