martes, 30 de diciembre de 2025

Italia: Las palabras prohibidas por el fascismo

A través del lenguaje podemos expresar todo lo que sentimos, soñamos, deseamos, odiamos... Por eso el poder político intenta también controlar el lenguaje, porque controlando las palabras podemos influir en los ciudadanos: cómo piensan, cómo sienten, cómo hablan.

Al menos, así pensaba el fascismo italiano en la era de Benito Mussolini, "il Duce".

Acabo de leer un libro muy interesante que dedica unas páginas a esta cuestión. Se trata de una gramática: La lingua italiana, de Maurizio Dardano y Pietro Trifone, (Bologna, Zanichelli, 1985), donde se desarrollan los contenidos clásicos de este tipo de obras (el sustantivo y sus clases, el verbo y su conjugación, los adjetivos, los adverbios, etc.) y, además, se incluyen unos insertos enormemente informativos sobre cuestiones de sociolingüística, semántica, etimología...

En las pp. 155 y 156, los autores nos hablan de cómo el fascismo italiano prohibió unas palabras y encumbró otras: hablar no es un acto neutral, es también toma de partido, hecho lingüístico transido de ideología, un suceso enunciativo que va más allá de la enunciación.

En algunos artículos anteriores de este blog, comentamos el odio que se tiene muy frecuentemente a los extranjeros, algo que se refleja -como no podía ser de otro modo- en la lengua. Por ejemplo, se manifiesta en el desprecio por los extranjerismos (forestierismi, en italiano) * (nota 1) y en la defensa de las llamadas actitudes puristas. Los puristas no soportan las palabras importadas y preconizan su sustitución por voces castizas, más conformes al "genio" de la lengua.

Como vemos, la influencia de las lenguas extranjeras no es de ahora: en tiempos del Duce el francés y el inglés hacían notar ya su influencia en la lengua del Dante. Así que don Benito puso en marcha su máquina de prohibir y el parlamento ítalo aprobó el 23 de diciembre de 1940 un decreto ley que vetaba el empleo de palabras extranjeras en los rótulos y letreros comerciales, previendo para los transgresores "l'arresto fino a sei mesi". ¡Nada de bromitas! ¡Con las cosas del comer... (o sea, del hablar) no se juega!

El purismo lingüístico es una actitud que viene de viejo. Ya en el siglo I a. de C. amonestaba la Rhetorica ad Herennium: "Novum verbum novitate offendet", la palabra nueva ofende por su novedad, contamina la "pureza" de la lengua. Esta actitud censora la encontramos también en Varrón, en Cicerón, en Quintiliano, y en muchísimos tratados de Retórica y Gramática de la Edad Media...

Y es que en esto del hablar ha habido siempre, como en otros campos de la vida, una muy marcada tentación de buscar la pureza, la eugenesia, la eufasia. ¡Y pobre de aquél que contradiga al censor, al académico de turno!

En Italia, uno de los puristas con más éxito fue el cardenal Pietro Bembo, quien publicó su Prose delle volgar lingua en 1525, donde ponía reparos al mismísimo Dante. Casi un siglo después, en 1612, la Accademia della Crusca publicó su Vocabolario con la intención de separar las palabras buenas de las malas, así como se separa "la farina della crusca". La Academia dejaba clara su intención en la elección de su propio nombre, en el fondo no tan distinto ni tan distante del lema de la R.A.E.: "Limpia, fija y da esplendor".

En el siglo XVIII, un italiano cabreado por el enorme caudal de étimos franceses que incorporaba el italiano por aquellos días, debido sobre todo al influjo de la Ilustración y a la propagación de las ideas jacobinas, el abate Antonio Cesari (1760-1828), propuso la vuelta al "aureo Trecento", el de Dante, Petrarca y Boccaccio, para solucionar de una vez por todas la llamada "questione linguistica". Por supuesto, para él los galicismos que infestaban su querida lengua materna no eran más que vocablos bastardos, "un bastardume di barbaro e strano linguaggio".

También con el Risorgimento (siglo XIX), se desconfiaba de los forestierismi, palabras de "mala pianta" que revelaban una "mentalità servilistica". Italia luchaba entonces por su independencia y no quería bromas con las palabras: ¿Extranjerismos? No, gracias. Hacen subir el colesterol patrio.

En 1932, el periódico La Tribuna promovió entre sus lectores un concurso que buscaba sustitutos italianos para algunas palabras extranjeras. Algunas propuestas pintorescas fueron la de transformar "bar" en "barra", "bibitario" o "bevitario". O cambiar "dancing" por "balleria" o "danzatorio". O sustituir "tabarin", cabaret o lugar nocturno, por expresiones eufemísticas como "ritrovo notturno" o peyorativas como "puttanambolo".

Llegados al fascismo itálico, la xenofobia lingüística encontró su campo de batalla en la guerra contra el pronombre de cortesía Lei, a cuya difusión en Italia había contribuido en el Cinquecento la dominación española. En 1938, quedó establecido oficialmente que se debía sustituir el Lei tradicional, que sonaba demasiado hispánico, por el "più italiano" voi.

Al grito de "Fuori il barbaro!" se modificaron terminologías y nomenclaturas, aunque la experiencia no tuvo demasiado éxito y poco queda de ella a día de hoy. Hubo, sin embargo, dos sustituciones que sí hicieron fortuna en el italiano moderno, propuestas por el lingüista Bruno Migliorini: "autista" y "regista" en lugar de las francesas "chauffeur" y "régisseur".

A Mussolini en persona le gustaba controlar las palabras que se promocionaban. En 1931, él mismo comunicó con mucha publicidad que había participado "alla vernice (inauguaración) di una mostra", usando el término "vernice" en lugar del galo "vernissage". En 1936, anotó para su secretaria: "In via XXIV Maggio vi è una trattoria bolognese che tiene visibilmente esposto un 'Menu'; dire di togliere il 'menu' e di mettere una 'lista'". ¡En vísperas de la guerra mundial y el Duce encontraba tiempo para su lucha contra los extranjerismos!

Eso sí, Mussolini no fue un purista demasiado escrupuloso. No podía evitar, por ejemplo, su gusto por el gálico "bidet", quizá por la querencia que le tenía a la palabra y a su referente en el mundo extralingüístico. Además, difundió el galicismo "forgiare" en el sentido de "plasmare, educare": "Ho forgiato per sette anni il ferro, ora forgio le anime", dijo de manera mucho menos patriótica de lo que él mismo sospechaba, dando carta de naturaleza a uno de aquellos extranjerismos que él tanto odiaba. Seguro que algún lingüista avisado se dio cuenta del detalle. Pero, claro, no era plan de decírselo a la cara al bueno de don Benito.

Añado una anécdota de nuestro Mussolini particular, el generalísimo Franco. Dicen que algún munícipe de las Españas, pelotillero él a más no poder, tuvo la idea de erigir una estatua ecuestre a la mayor gloria del dictador. Y para dar más fuste a aquella iniciativa, mandó grabar al pie del monumento una inscripción en latín dedicada al Caudillo. Así que cuando don Francisco vino a la inauguración, descubrió aquella placa, en la que se podía leer:

"Franciscus Francus Bahamontis, miles gloriosus Hispaniae"

Con aquello se quería decir "Francisco Franco Bahamonde, soldado glorioso de España". El problema es que "miles gloriosus", en latín, significa "soldado fanfarrón" y es uno de los personajes-tipo de las comedias romanas; por ejemplo, es el protagonista de una de Plauto, titulada precisamente así: Miles gloriosus. El "gloriosus" es un fantasmote que alardea de valor y experiencia bélica, pero que, a las primeras de cambio, corre a esconderse debajo de la cama. Como los infantes de Carrión en el Poema de Mío Cid en el episodio del león, vamos. El "gloriosus" es, en definitiva, un cazador cazado, el bravucón que queda en evidencia ante los demás.

En verdad, podemos dudar si el "docto" autor de aquella inscripción sabía poco latín... o sabía demasiado. Parece ser que Franco fue informado del asunto por algún asesor; dicen que le hizo gracia la broma y que la consideró error involuntario, así que, en aquella ocasión al menos, no tomó ninguna represalia. Y de este modo, algún anónimo españolito, entre osado y algo ignorante, se libró de pasar una buena temporada a la sombra.

Voy a terminar este artículo con otra anécdota, referida en esta ocasión a Filippo Marinetti, vanguardista creador del futurismo ** (nota 2) y poeta de bandera del fascismo. Marinetti admiraba la fanfarria militarista de los camicie neri mussolinianos y, por ello, odiaba la gordura y lo blando; así que emprendió una cruzada contra el símbolo nacional: la pasta. Con un revólver, disparó contra un plato de spaghetti carbonara y recomendó a los italianos más virilidad y menos spaghetti. Marinetti llamaba a la pasta la "absurda religión italiana" y la consideraba una «comida retrógrada y falsamente nutritiva que vuelve al hombre pesado, torpe, escéptico, cansino, pesimista». Es más, en su Manifesto de la cucina futurista, de 1930, propuso un cambio radical de hábitos alimenticios a sus compatriotas:

"La revolución culinaria futurista… tiene el elevado, noble y universalmente conveniente objetivo de cambiar radicalmente los hábitos alimentarios de nuestra raza, fortaleciéndola, dinamizándola y espiritualizándola con nuevas combinaciones de alimentos (...)
     La cocina futurista se liberará de las antiguas obsesiones por el volumen y el peso, y tendrá como uno de sus principios la abolición de la pastasciutta. La pastasciutta, por muy agradable que sea al paladar, es un alimento de paso porque engorda, embrutece, engaña haciéndoles creer [a los italianos] que es nutritiva, los vuelve escépticos, lentos y pesimistas (…)
     [La pasta] es completamente hostil al espíritu vivaz y al alma apasionada, generosa e intuitiva de los napolitanos. Si estas personas han sido luchadores heroicos, artistas inspirados, oradores imponentes, abogados astutos, agricultores tenaces, lo fueron a pesar de su voluminoso plato diario de pasta. Al comerla, desarrollan ese típico escepticismo irónico y sentimental que a menudo puede truncar su entusiasmo."

Las ideas de Marinetti produjeron un gran revuelo nacional hasta que apareció una foto acusadora en la que el poeta aparecía comiendo un gran plato de spaghetti en el ristorante Biffi de Milán. Él se defendió diciendo que aquello era un fotomontaje fabricado por sus enemigos, pero el daño ya estaba hecho y pronto aparecieron unos versos satíricos que muchos chefs italianos hicieron colgar en las paredes de sus establecimientos:

«Marinetti dice basta,
messa al bando sia la pasta,
poi si scopre Marinetti
che divora gli spaghetti».

Y así, verso contra verso, terminamos esta larga entrada. "En el amor y en la guerra vale todo", suele decirse. Y por lo visto, así lo veían los fascistas: vale incluso manipular las palabras. O los spaghetti.

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* nota 1: Puedes leer más información sobre los extranjerismos aquí: "Por así decir: expresiones que se refieren a extranjeros", entrada de Letr@herida, blog de literatura.

** nota 2: Puedes encontrar más información sobre la influencia del futurismo en la Generación del 27 española aquí: "Un poema vanguardista de Pedro Salinas", entrada de Letr@herida, blog de literatura.

 

domingo, 21 de diciembre de 2025

Por así decir: expresiones que se refieren a extranjeros

En español, como en otras muchas lenguas, tenemos algunas expresiones referidas a extranjeros con un significado especial. Muchas de esas expresiones tienen en otros idiomas el mismo sentido que en español, aunque no en todos. Veamos algunos ejemplos.

En el mundo del hidromasaje, tenemos "baño turco" (o "hammam", del árabe ḥammām, حمام, que significa "baño caliente" o "casa de baños"); así se designa al tradicional baño de vapor húmedo, heredero de las termas romanas, mezcla de higiene, purificación espiritual y socialización. Claro que, como no solo de agua vive el hombre, también se habla de "coger una turca" cuando uno ingiere en demasía ese néctar divino que del cielo nos vino, como diría el poeta.

Volviendo al ámbito del spa y el bienestar hídrico, existe también la "ducha escocesa" (doccia scozzese, en italiano), donde se alternan rápidamente los chorros de agua caliente y fría. Metafóricamente, podemos usar la expresión para referirnos a una situación en la que se suceden con celeridad momentos agradables y desagradables.

En la esfera de las atracciones turísticas, hablamos de "montaña rusa" (montagna russa, en italiano) refiriéndonos a unos coches quasi volantes que descienden y ascienden a toda velocidad haciendo las... delicias (?) de sus ocupantes. Metafóricamente, también nos referimos con esa expresión a un itinerario accidentado, una negociación difícil, etc. ("El acuerdo entre los sindicatos y la patronal sigue siendo una auténtica montaña rusa"). A los rusos también los invocamos para referirnos al "pastel ruso", a la "ensaladilla rusa", a la "ruleta rusa", a las "muñecas rusas" (las célebres matrioskas) y a la "mafia" que, cuando no es "italiana", "siciliana" o "calabresa" (la llamada 'Ndragheta), es "rusa".

En el campo de las artes escénicas, hablamos de "teatro a la italiana" o "de caja italiana" para referirnos a un edificio de uso exclusivo para las representaciones artísticas y con un diseño arquitectónico centrado en la escena y la tramoya artística. Así como el Teatro Principal de nuestra querida Zaragoza, vaya.

A veces, el significado de las expresiones que aluden a extranjeros no coincide en las distintas lenguas. Por ejemplo, en español "hacer el indio" significa "divertirse, hacer tonterías", pero en italiano fare l'indiano alude a la idea de "fingir no comprender", "hacerse el loco", algo que en español solucionamos "haciéndonos los suecos".

Los italianos dicen parlare arabo cuando alguien habla de manera incomprensible. Sin embargo, nosotros la emprendemos con los chinos por la misma razón: "¡Como si me hablases en chino, maño! ¡Háblame en cristiano, hombre!" De esta cultura oriental, nos acordamos también cuando hablamos de las "cajas chinas", de la "tortura china", de las "sombras chinescas" o cuando negamos de manera tajante: "¡Naranjas de la China!", "¡Nanay!", como si encontrar allí un producto tan patrio fuese un quasi imposible ontológico. (Y realmente, lo era: ni se podían encontrar allí naranjas españolas ni las naranjas chinas podían llegar hasta aquí en condiciones aptas para el consumo, dadas las condiciones del transporte en épocas anteriores).

Lo oriental, en principio, resulta lejano y ajeno, chinería y arabesco, algo a la vez exótico e incomprensible. Como lo de hacer "huelga a la japonesa", es decir, trabajar más horas para la empresa como medida de presión. ¡A quién se le ocurre! ¿Tendrá partidarios esa idea en un país que ha puesto a la "huelga" la misma raíz etimológica que a la "holganza" y a "holgarse"? En catalán, "huelga general" se dice "vaga general". En fin, que nuestras huelgas tienen más con el dolce far niente del Bel Paese que con la mentalidad nipona.

En otras ocasiones, las expresiones referidas a extranjeros cambian de nacionalidad aun manteniendo su significado. Verbigracia, "irse a la francesa", to take a French leave, es, en nuestra lengua y en la de Shakespeare, "irse sin despedirse", pero en francés esa expresión se cambia por filer a l'anglaise, de donde pasa al italiano: andarsene o filarsene all'inglese.

A su vez, los vecinos galos usan la expresión faire, bâtir des châteaux en Espagne, "hacer, construir castillos en España", cuando alguien hace "castillos en el aire", "castillos de arena", tiene sueños de grandeza, irreales o utópicos. Así que, si nosotros acusamos a los franceses de tomar las de Villadiego sin decir ni miau, para ellos nosotros no somos más que unos quijotescos soñadores de quimeras. En inglés, sin embargo, se usa una expresión equivalente a la nuestra: to build castles in the air.

Con los franceses, la guerra es total en el ámbito de las tortillas: ¿que nosotros ponemos patata a nuestra "tortilla a la española"? Pues ellos, sin patata: "a la francesa", con un simple huevito batido y ya está.

Los ingleses, en cambio, reivindican su identidad por medio del desayuno: English breakfast or Continental breakfast? Dos maneras de ver el mundo caben en esta sencilla disyuntiva.

En algunos momentos se pueden producir problemas con el copyright o los derechos de copia. Por ejemplo, los americanos llamaron French fries (patatas fritas) a lo que realmente eran Belgian fries porque cuando desembarcaron en Europa durante la Segunda Guerra Mundial no sabían muy bien dónde estaban y como encontraron a unos nativos que hablaban raro y freían papas, pues, ¡hala!, patatoncio a la gabacha. A los belgas, claro, no les sienta demasiado bien esta confusión y siempre reivindican que las chips son suyas y muy suyas.

¡Y eso que el de los norteamericanos solo fue un pequeño despiste geográfico, unos kilometritos de nada! Mucho peor fue lo de Colón, que llamó indios a los nativos del Nuevo Mundo porque pensó que había llegado a las Indias hasta que se enteró de que había encontrado Colombia... Digo... América. ¡Y encima, va Américo Vespucio y le pisa el nombre del nuevo continente!

No es que siempre tengamos la mejor opinión de nuestros vecinos. Por ejemplo, los italianos hablan de fumare como un turco cuando se vapea muchísimo o de bestemmiare come un turco en caso de proferir innúmeras blasfemias cada vez que se abre la boca. En español, en este último caso, no nos metemos con los foráneos, pero sí con algunos castizos trabajadores del solar patrio: "blasfemar como un carretero, como un camionero, como un arriero..." Se ve que que aún hay clases. ¡Y oficios! Y a tan dignos trabajadores los convertimos en... "cabeza de turco", es decir, los hacemos culpables o responsables de algo sin que esté probado que realmente lo sean; en suma, hacemos con ellos lo que los israelitas hacían con los machos cabríos: los convertimos en el chivo expiatorio de nuestros males por medio del odioso mecanismo de la generalización.

Y así, cuando los italianos se refieren a I portoghesi dello stadio, aluden con esa expresión a los espectadores que se cuelan sin pagar, porque los portugueses, ya se sabe...

¡Ay, Dios mío, pero qué poco nos apreciamos los unos a los otros! Nos dejamos guiar por los estereotipos, generalizamos injustamente, nos movemos entre un nacionalismo exacerbado y una xenofobia mal fundamentada. A los extranjeros achacamos todos los males, desde il mal francese o morbo gallico (la sífilis) a la gripe española de 1917 (que produjo unos cuantos millones de muertos). De fuera no puede venir nada bueno. ¡Viva el Concilio de Trento! ¡España, martillo de herejes! ¡Casticismo a machamartillo!

Por fortuna, aún quedan expresiones en todas las lenguas semánticamente más neutras, sin tanta carga de agresividad, como cuando elogiamos la elegancia del diseño italiano, la fiabilidad de la tecnología alemana. O invocamos la chiave inglese ("llave inglesa") o El Corte Inglés (así llamado porque el estilo británico era sinónimo de elegancia). O elogiamos la calidad del "acero toledano" y de las "navajas de Albacete", o il fiammifero svedese (la "cerilla sueca", que por seguridad solo se enciende si es friccionada contra el raspador), il granturco o grano turco ("el maíz", importado de América a través de Oriente), il nasino alla francese ("nariz chata y pequeña", al modo de las elegantes damas francesas), the guinea pig ("conejillo de Indias", llamado "de Guinea" por error geográfico), the turkey ("el pavo", que entraba en el Reino Unido a través de las rutas comerciales turcas)...

O nos compramos un buen "güisqui escocés", nos tomamos unos "calamares" o una "merluza a la romana", un "filete a la milanesa", un "arroz a la cubana"... Con la comida, nos olvidamos hasta de las diferencias regionales. Nada mejor que unos "cogollos de Tudela", una buena ensalada con "tomate rosa de Barbastro", "aceite del Bajo Aragón" y "cebollas de Fuentes de Ebro", un "pulpo a la gallega", una "trucha a la navarra", un "bacalao a la vizcaína", una "fabada asturiana", un "cocido lebaniego", una "paella valenciana", unos "callos a la madrileña" o unas "patatas a la riojana"... 

Para reconciliarnos con el mundo, ¡y con nuestros vecinos!, nos bebemos una refrescante "cervecita alemana" o "belga", o una burbujeante "agua de Valencia". O nos tomamos de postre un buen "queso de Burgos" con membrillo, un trozo de "ensaimada mallorquina", unos "melocotones de Calanda" o una rica "crema catalana" con un "café vienés", "irlandés" o "turco", acompañado de unos "palets bretons", unos "sobaos pasiegos", o unas "campurrianas", llegamos a una cita con "puntualidad suiza" y nos compartamos con diplomacia "haciendo el buen francés".

Y aquí lo dejamos por el momento. Nada más. Acabemos inspirados por la rima: esperamos que este artículo haya sido...

"Guay del Paraguay".

Hasta la próxima.

lunes, 15 de diciembre de 2025

Sobre el pleonasmo y la doble negación

El pleonasmo (del griego πλεονασμός pleonasmós; de πλέον, pléon, ‘más, demasiado’) es una redundancia, un exceso de información viciosa, que no aporta nada al mensaje. Es frecuente en la lengua hablada y algo menos en la escrita, que se supone más cuidada. Y por supuesto, es inelegante, pues afea el discurso, lo alarga innecesariamente. A veces, aparece en la poesía con finalidad estilística, para dar énfasis o reforzar una idea. Pero debe usarse este recurso con precaución, pues colinda con el ámbito de la perogrullada y la tautología.

Algunos ejemplos de pleonasmo con verbos:

  • Subir arriba, para arriba (basta con "subir", ya presupone "para arriba").
  • Bajar abajo, para abajo.
  • Nadar por el agua.
  • Volar por el aire.
  • Entrar para dentro, adentro.
  • Salir para afuera, sacar fuera.
  • Llorar por/de los ojos, como en el Poema de Mio Cid, que comienza contando cómo el Cid se lamentaba por su destierro: "De los sos oios tan fuertemientre llorando..."
  • Deambular sin rumbo
  • Venir aquí
  • Beber líquidos
  • Callar la boca
  • Conocer por primera vez
  • Inventar por primera vez
  • Oponer resistencia
  • Perdurar en el tiempo
  • Prever con antelación
  • Soler hacer algo a menudo

Algunos ejemplos con sustantivos y determinantes:

  • Cita previa (la cita ya presupone antelación).
  • Error no intencionado (el error se entiende involuntario).
  • Ambos dos ("ambos" solo puede referirse a "dos", por lo que es pleonástico este uso en español; no así en italiano, donde se dice "ambidue").
  • Accidente fortuito
  • Antecedentes previos
  • Base fundamental
  • Desenlace final
  • Destino final
  • Falso pretexto
  • Hecho real
  • Máximo paroxismo
  • Mentira falsa
  • Nexo de unión
  • Lava volcánica
  • Pared divisoria
  • Pegamento adhesivo
  • Peluca postiza
  • Persona humana
  • Protagonista principal
  • Puño cerrado
  • Querella criminal
  • Regalos gratis
  • Réplica exacta
  • Sorpresa inesperada
  • Supuesto hipotético
  • Testigo presencial
  • Un viejo anciano
  • Una sonrisa en los labios

Algunos ejemplos con adjetivos (la primera palabra ya contiene toda la información).

  • Blanco claro
  • Negro oscuro
  • Interrelacionados entre sí
  • Mi propia opinión personal
  • Donativo voluntario
  • Hueco por dentro

Otra cosa distinta es la doble negación, que en español puede resultar redundante, pero es correcta gramaticalmente. Así, verbigracia, decimos "No tengo nada", para significar que carecemos absolutamente de todo. En otras lenguas, como el inglés, una expresión con doble negación del tipo "I don't have nothing" se entendería como "Tengo algo", de ahí que haya que cambiarla por "I don't have anything" si queremos mantener la idea de la carencia absoluta ("No tengo nada"). Pasa lo mismo con "nadie", "jamás", "tampoco" y "nunca": "No vino nadie", "No lo había visto jamás", "No paga nunca", "Ella no viene tampoco".

Curiosamente, en español aparece la doble negación cuando  el adverbio "no" va delante del verbo, pero desaparece si se anteponen los adverbios "nunca", "jamás" y "tampoco", los pronombres "nada", "nadie" o el indefinido "ningún(o)-a-os-as", ya sea determinante o pronombre. Así, decimos:

  • "No viene nunca por aquí", pero "Nunca viene por aquí".
  • "No lo había visto jamás", pero "Jamás lo había visto".
  • "No viene ella tampoco", sin embargo "Ella tampoco viene".
  • "Aquí no compró nada", mas "Nada compró aquí".
  • "No lo ha visto nadie", y sin embargo "Nadie lo ha visto".
  • "No ha venido ninguna", y con anteposición del pronombre: "Ninguna ha venido".
  • "No ha venido ningún ministro" frente a "Ningún ministro ha venido", con el determinante antepuesto.
El indefinido "ningún-ninguno", masculino y singular, se apocopa cuando es determinante y aparece la forma plena cuando es un pronombre. Por ejemplo:
  • "No tenía ningún amigo".
  • "Ningún conocido lo apoyó".
  • "Ninguno lo sabía".
Volviendo al no pleonástico, aparece con cierta frecuencia en español, en frases como
  • "No me marcharé hasta (no) haber resuelto el asunto".
  • "No me marcharé hasta que (no) me echen".
Como vemos, el no pleonástico es un refuerzo que se puede añadir (o no) a la frase, pero sin que le aporte valor negativo. No se considera un uso elegante, según algunos gramáticos, porque añade anfibología (ambigüedad) a la frase. Por ejemplo, en este ejemplo que tomo del Diccionario de uso del español, de María Moliner, se ve clara la doble interpretación (positiva o negativa) que permite la frase, sin que se sepa a ciencia cierta cuál es su significado real:
  • "No sembraremos hasta que no llueva". ¿Se quiere decir que no sembraremos hasta que empiece a llover o hasta que deje de llover? Lo mejor en casos como este es evitar ambigüedades y buscar una redacción más clara, por ejemplo: "No sembraremos hasta que deje de llover", "No sembraremos hasta que ya no llueva", "No sembraremos hasta que empiece a llover".
El no pleonástico no es exclusivo del español, también se da en las otras lenguas romances, como el francés, el portugués, el catalán o el italiano. También se le llama no expletivo (de explere, "llenar" en latín) o no fraseológico. Sus características son siempre que no añade contenido negativo a la oración y, habitualmente, que es opcional (aunque en ocasiones se ha generalizado tanto su uso que se ha lexicalizado y siempre aparece).

  • "C'è mancato poco che (non) lo vedessi", "Ha faltado poco para que (no) lo viese", en el sentido de "Casi lo veo".
  • "Je crains qu'il (ne) soit trop tard", "Temo que (no) sea demasiado tarde".
  • "Vale mais que estudes que (não) te divirtas", "Más vale que estudies a que (y no que) te diviertas" (el "não" intensifica la segunda parte de la comparación, no la niega).
  • "Não sei o que (não) aconteceu", "No sé lo que (no) pasó".
  • "Fes-ho abans que (no) vingui", "Hazlo antes de que (no) venga".
  • "No ho faré fins que (no) ho demanis", "No lo haré hasta que (no) lo pidas".

miércoles, 10 de diciembre de 2025

Unas palabras de Giacomo Leopardi a los jóvenes

He leído un libro interesante, Il poeta favoloso. Vita di Giacomo Leopardi, de Alessandra di Prisco. Es un librito sencillo, dedicado a los jóvenes y a los aprendices de italiano, que cuenta la vida del poeta más representativo del romanticismo italiano.

Il conte Giacomo Leopardi (Recanati, 1798-Nápoles, 1837) fue un hombre desgraciado, murió joven (38 años), tuvo siempre mala salud, estaba contrahecho a causa de la enfermedad, sufrió varios desengaños amorosos, era un poeta pesimista,,, Sin embargo, en las palabras que dedica a los jóvenes poco antes de morir se notan su fe en la vida y su energía. Fue un patriota italiano que luchó por la unificación nacional, le gustaban mucho los dulces y los pasteles, vivió intensamente su pasión por la literatura, su vida fue intensa y apasionada.

Transcribo aquí unos fragmentos de sus últimas palabras:

"Non fate della mia vita la vostra vita, ogni individuo ha un suo percorso da sperimentare perché nessuno può imitare nessuno, ma ciascuno di voi dovrà imparare a spendere i talenti che ha avuto e a rincorrere fino allo sfinimento i sogni che possiede.

    Chi nella vita non sa sognare, chi non sa coltivare speranze e desideri, chi non prova a fare del sogno o della speranza una realtà sciupa ogni suo giorno.

    La mia non è stata una vita infelice, come molti credono, perché ho conosciuto la bellezza dello studio, l'incanto e il disincanto dell'amore, la gloria di sentimenti patriotici, l'estasi della creatività, la soddisfazione di un qualche succeso letterario e anche la dolcezza del confetti e dei gelati.

    Sì, insomma, ho vissuto pienamente e sono contento di averlo fatto, anche quando la malattia mi costringeva a letto. Certo, poteva andare meglio, ma poteva pure andare peggio, ed è la pienezza con cui si vive a dare i colori all'esistenza.

    Non conosco la ricetta della felicità e nessuno potrà mai darvela, ma posso dirvi che è sempre bello combattere per ottenere qualcosa e, quindi, non arrendetevi davanti alle difficoltà.

    Non sarà la vittoria a rendervi un uomo o una donna megliore ma la strada che avrete compiuto e gli ostacoli che avrete saputo superare.

    Communque il premio arriva sempre, piccolo o grande che sia, e sempre ci sarà un beneficio se c'è stato il sacrificio.

    Sono certo che vi starete chiedendo perché mai abbia studiato tanto se poi proprio con lo studio mi sono distrutto la saltute.

    Forse è vero, io ho esagerato costringendo il mio corpo a troppe ore di applicazione intensa, ma era la sete di conoscenza a spingermi a farlo.

    Ma conoscere, sapere, impegnarsi, acquisire abilità, rende l'uomo liberto, affina il gusto, intensifica il suo sentire, allena il cervello a pensare autonomamente, allarga gli orizonti dell'essistenza e permette di volare in alto.

    E dunque amate voi stessi, amate l'amore, amate gli amici, amate lo studio, amate la vita, sognate e amate, amate e sognate... e vivete fortemente, come ho cercato di fare io."

(Traducción: "No hagáis de mi vida vuestra vida, cada individuo tiene un camino que experimentar porque nadie puede imitar a nadie, mas cada uno de vosotros deberá aprender a gastar los talentos que haya tenido y a perseguir hasta el agotamiento los sueños que posea.

    Quien en la vida no sabe soñar, quien no sabe cultivar esperanza y deseos, quien no prueba a hacer del sueño o de la esperanza una realidad desperdicia cada uno de sus días.

    La mía no ha sido una vida infeliz, como muchos creen, porque he conocido la belleza del estudio, el encanto y el desencanto del amor, la gloria de los sentimientos patrióticos, el éxtasis de la creatividad, la satisfacción de un cierto éxito literario y también la dulzura de los dulces y los helados.

    Sí, en suma, he vivido plenamente y estoy contento de haberlo hecho, también cuando la enfermedad me mantenía en la cama. Cierto, podría haber ido mejor, pero podría haber ido simplemente peor, y es la plenitud con que se vive la que da color a la existencia.

    No conozco la receta de la felicidad y nadie podrá darosla nunca, pero puedo deciros que es siempre bello combatir para obtener algo, así pues, no os arredréis delante de las dificultades.

    No será la victoria la que os volverá un hombre o una mujer mejor, sino el camino que habéis realizado y los obstáculos que habréis sabido superar.

    De todas formas, el premio llega siempre, por pequeño o grande que sea, y siempre habrá un beneficio si ha habido sacrificio.

    Estoy seguro de que os estaréis preguntando por qué he estudiado tanto si, en efecto, después, con el estudio me he destruido la salud.

    Quizás, es verdad, he exagerado sometiendo a mi cuerpo a demasiadas horas de aplicación intensa, pero era la sed de conocimiento la que me empujaba a hacerlo.

    Pero conocer, saber, empeñarse, adquirir habilidades vuelve al hombre libre, refina su gusto, intensifica su sentir, entrena el cerebro para pensar autónomamente, alarga los horizontes de la existencia y permite volar alto.

    Y por tanto, amaos a vosotros mismos, amad el amor, amad a los amigos, amad el estudio, amad la vida, soñad y amad, amad y soñad... y vivid fuertemente, como he querido hacer yo."

    Tomado de Di Prisco, Alessandra, Il poeta favoloso. Vita di Giacomo Leopardi, La Spiga Edizione, 2015, pp. 98-99)

Por último, dejo aquí el enlace a una página donde encontraréis algunos de los poemas más famosos de Leopardi, llenos de romanticismo y del característico pesimismo existencial del poeta de Recanati: "El infinito", "A la luna" y "A Silvia".