James era hijo de John Joyce, el típico irlandés bebedor, perezoso, que presumía de un gran pasado de rico hacendado en Cork y de altos antepasados. A John le gustaba beber y vivir, tuvo diez hijos con Mary, la madre de James, y anduvo siempre mal de dinero, lo que no le impidió gozar, reír, cantar y bailar. Era muy aficionado a los juegos de palabras, algo que también heredó su hijo. Así que cuando supo quién era la novia de su hijo y cuál su apellido (Barnacle en inglés significa "lapa") hizo uno de los suyos que resultó premonitorio:
- ¿Nora Barnacle? Entonces ya no lo soltará.
Y así fue. Nora se pegó a James como una lapa.
La novela más importante del siglo XX, Ulises, no habría sido posible sin los desvelos amorosos de Nora, verdadera musa para James, quien sufría infundados celos de amor e imaginaba injustamente infidelidades de su mujer (obsesión que luego trasladaba a sus novelas). Nora está en todas las protagonistas femeninas de James: Molly Bloom en el Ulises, la Anna Livia del Finnegan's Wake...
De hecho, la acción del Ulises transcurre en Dublín el 16 de junio, porque ese fue el día y el lugar en que James y Nora se citaron por primera vez. Actualmente, cada 16 de junio, los irlandeses celebran el Bloomsday, en honor al protagonista de Ulises, Leopold Bloom, y se recorren los lugares joyceanos citados en la más inmortal de sus novelas. El día lleva ese nombre calcado del Doomsday o Día del Juicio Final, del que habla el Apocalipsis de San Juan. Un juego de palabras que habría encantado al anticlerical Joyce, para quien la Iglesia católica era la gran culpable del retraso de Irlanda.
Nora fue para aquel Ulises llamado James Joyce una Penélope, un faro, una luz que le hizo la vida más soportable. Y sí, como dijo de ella su suegro, fue una auténtica lapa.
Más información
- James Joyce, documento en la web del Avempace.
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