Voy a comentar aquí algunas cosas que he aprendido con este libro:
Ángel defiende que en el conocimiento, tanto en la ciencia como en las letras, pensar es siempre "pensar en contra". Recuerda que reconocer es un palíndromo, de modo que el conocimiento es siempre reversible, diálogo perpetuo, proceso in fieri siempre en continua elaboración. En ciencia y en arte siempre hay que referirse a lo anterior, falsear el paradigma imperante por decirlo al modo de Popper, revolverse contra lo establecido, contra lo que está de moda o en boga. De ahí que siempre sea necesaria la glosa, el escolio, el comentario. Crear es recrear, imitar, discrepar. Matar al padre. Averroes lleva el nombre de El Comentador, pues glosaba los textos del ilustre Estagirita (Aristóteles). Y en las aulas se practica incesantemente la técnica del comentario de textos (en literatura, en filosofía, en historia...) como un poderoso medio de asimilación intelectual que, a la postre, llevará al buen alumno a la elaboración de un camino propio.
Esta forma de ver la tarea cognoscitiva es consustancial de la virtud de la humildad, que Ángel define no solo como una virtud moral, sino también intelectual, puesto que el comentarista toma el texto como punto de partida y hace una lectura propia que, a su vez, sirve de punto de partida a otras lecturas personales. Pero no lo hace desde la prepotencia, sino desde la sugerencia. Lectura la suya que, como esta mía, no es más que un comentario al comentario. El comentarista no pretende tener la última palabra, sino solo expresarse a partir de su lectura. No es un Sumo Pontífice de la crítica literaria, sino solo un humilde plumilla que ofrece el resultado de sus desvelos de glosador con la esperanza de que resulte útil a algún lector, quien debería, a su vez, reiniciar el proceso, el eternal bamboleo escritura-lectura.
De este modo, como bien recuerda en el prólogo otro gran compañero en las tareas docentes del Avempace, Simeón Martín, el texto se convierte en un estímulo para la reflexión intelectual, en una re-lectura que, a su vez, puede estimular a otros para hacer la suya. Es así como el saber se convierte en tarea abierta, en casa común a la que todos estamos invitados.
Leyendo los comentarios machadianos de Ángel he aprendido muchas cosas, en primer lugar palabras nuevas que ignoraba (escolio, circadiano, epifenomémico...), citas relativas a los poemas que me han hecho pensar verbigracia, cuando cita a Unamuno y dice que "No se piensa más que un aforismo" o que el aforismo refleja el "proceder por iluminaciones" característico del pensamiento mismo: relampagueante y asistemático), ideas profundas relativas a la vida, la muerte, el camino, el cainismo ibérico... Por ejemplo, dice Ángel en sus comentarios que quizá la muerte sea la última metáfora de la vida, que en Machado los recuerdos personales son renacimientos geográficos (Soria, Baeza, Madrid, el exilio...), que su libro no es más que un esbozo o un complementario del texto original, que el saber es -como quiere Umberto Eco- un palimpsesto, que el poema es una trashumancia, que el mundo es tal vez, como quiere Hume, el bosquejo rudimentario de un dios que lo abandonó a medio hacer.... Sugerencias sin duda interesantes, que hacen leer, que hacen pensar y que están tan bien dichas que nos llevan a las páginas finales del libro, donde, como anexo, reproduce el autor los poemas de Antonio Machado que han movido su reflexión.
Un gran homenaje, sin duda, al maestro de Sevilla, al poeta que definió la poesía como "palabra en el tiempo", al poeta-filósofo cargado de bonhomía, en el 75 aniversario de su muerte, escrito por un gran pensador y docente.
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