Desde que existe la imprenta, existen las erratas o errores de impresión. El primer libro impreso, la Biblia de Gutenberg, ya las contenía.
Los impresores se han acostumbrado a convivir con ellas y pronto encontraron a un famoso culpable que les ha servido siempre de cabeza de turco o chivo expiatorio: los duendes de imprenta. Esos trasgos traviesillos, esos diablillos juguetones, que gustan de mezclar equivocadamente los tipos móviles de imprimir para perpetuo malestar de los tipógrafos.
Hay un refrán español que sirve para rectificar, porque, como decían los latinos, "Errare humanum est", equivocarse es humano, y no solo cuando escribimos a mano, a máquina o con ordenador, sino incluso, y aún con más frecuencia, cuando hablamos. El refrán dice:
"Donde dije 'digo' digo 'Diego'".
Hasta el B.O.E., el Boletín Oficial del Estado, ese lugar sacrosanto donde aparecen las normas jurídicas del estado español, contiene errores. Son famosas sus Correcciones de errores. E incluso ha llegado a publicar alguna Corrección de errores de la Corrección de errores, porque las equivocaciones tienden a reproducirse y perpetuarse, recordándonos aquello de que somos contingentes y no necesarios.
En el caso que hoy vamos a comentar, el BOE se inspiró en la tradición española más castiza y cumplió al pie de la letra el refrán. Veámoslo:
Fijémenos en la parte subrayada en rojo:
Columna "Nombre", donde dice "Digo" debe decir "Diego".
Voilà! Refrán cumplido. El Ministerio para la Transición Escológica ha mezclado sabiamente tradición y modernidad. Así se hace patria: promoviendo innovaciones energéticas, solarizando y eolizando por doquiera y, a la vez, respetando el casticismo lingüístico más aurosecular.
El honor de don Digo, digo "Diego", sea López, González o Rodríguez de las Españas, ha sido reparado vía BOE.
Y este servidor, aprovechando que la entrada ya está terminada, se despide haciendo mutis y tomando las de Villadigo.
Estoooo, Villadiego.
Disculpen, qu'estoy algo espeso. Cosas de los duendes
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