jueves, 17 de febrero de 2011

Literatura... ¡y bombones!


¡Lo conseguí! Me ha costado (tiempo... y dinero, o bombones para los alumnos, según se mire). A la tercera va la vencida, o a la cuarta, o a la sexta y, en el fondo, hay cosas que me ocurren por bocazas. Qué bonita es la prudencia y el silencio o, como diría Gracian, el saber callar a tiempo. Pero, claro, quién iba a imaginar que mis alumnos de primero de la ESO iban a conseguirme, de un día para otro, un libro que, desde hacía años, andaba yo buscando: Tanguy de Michel del Castillo, con prólogo de Antonio Muñoz Molina.

Ni librerías de viejo, ni Internet, ni rastrillos, ni viajes a lejanas ciudades ni bares de piscina (sí, ya saben quienes asiduamente lean este blog que uno puede toparse con una edición de La pícara Justina en tan insospechado sitio). Lo más eficaz para conseguir libros inencontrables es utilizar a los alumnos como si de cazarecompensas se tratara.

Hace ya algunos días, durante el feliz transcurso de una clase, relaté a mis alumnos los entresijos del libresco mundo; algunas divertidas aventuras que he vivido para conseguir algunos codiciados ejemplares y, en un arrebato de sinceridad, ofrezco ingente cantidad económica para quien me consiga un ejemplar de Tanguy. ¡Estos chavalines son increíbles! Al día siguiente, zas, el ejemplar aparece. Me buscan frenéticos por las escaleras del instituto y depositan en mis incrédulas manos una bolsita con tan preciado tesoro. "¿Cómo es posible?", balbuceo. "Tan sencillo como mirar en Internet y acudir tras ello a la Librería Central. ¡Había un montón de ejemplares!", me responden con sus cantarinas voces.

¿Reedición? No lo es. Resto de edición, posiblemente, sacada a la luz, que quizás haya estado durmiendo durante años el sueño de los justos en los sótanos del comercio.

Sea como sea, celebramos tan feliz hallazgo con bombones para todos y, tal es la intriga despertada en el grupo que el libro va pasando de mano en mano. Por cierto, ¿quién lo tendrá ahora?

Quienes ya lo han leído me han dicho que les parece triste, pero que les gusta. Bueno, de eso se trata, que las lecturas les gusten, al igual que los bombones.

1 comentario:

  1. A mí me gustan los libros con sabor a caramelo. Recuerdo una anécdota de Luis Landero: decía que no sabía por qué, pero "Madame Bovary" le recordaba el olor de la frambuesa. Hasta que cayó en el quiz de la cuestión. El libro había estado mucho tiempo en la alacena de su casa y se había impregnado de aquel olor dulce y nutricio. Y ahora, cuando veía una "Madame Bovary" en cualquier escaparate, inmediatamente venía a la memoria aquel dulzor de antaño.
    Bonito, ¿no?

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