(Leonora cuenta a su confidente Inés que hace tiempo que no ve ni oye al trovador, un joven que la enamoró luchando en unas justas a las que se presentó sin escudo de armas llevando tan solo una armadura negra como identificativo y venciendo en todos los combates, lo que le permitió no identificarse ante la tribuna. Poco después, escuchó al joven trovador por la noche cantando en su jardín, bajo su misma ventana, y se enamoró aún más irremediablemente de él cuando entendió que cantaba el nombre de su dama -Leonora-, y ya había empezado la guerra civil aragonesa entre los partidarios del Conde de Urgel y los Trastamara. Puro romanticismo)
Tacea la notte placida
e bella in ciel sereno
e bella in ciel sereno
la luna il viso argenteo
mostrava lieto e pieno...
Quando suonar per l'aere,
infino allor sì muto,
dolci s'udiro e flebili
gli accordi d'un liuto,
e versi melanconici
un trovator cantò.
Versi di prece ed umile
qual d'uom che prega Iddio,
in quella ripeteasi
un nome... il nome mio!...
Corsi al veron sollecita...
Egli era! egli era desso!...
Gioia provai che agli angeli
solo è provar concesso!...
Al core, al guardo estatico
la terra un ciel sembrò.
Callaba la noche plácida;
bella en un cielo sereno
la luna mostraba su rostro argentino
alegre y lleno...
Repentinamente sonar en la noche,
hasta entonces tan callada,
se oyeron dulces y suaves
los acordes de un laúd,
y versos melancólicos
un trovador cantó..
Versos de ruego y humildes
como de un hombre que ora a Dios,
y en ellos repetíase
un nombre... ¡el mío!
Corrí al balcón emocionada...
¡Era El! ¡El mismo!...
Dicha sentí que a los ángeles
sólo conocer les es dado...
Al corazón, a la mirada extática
la tierra le pareció un cielo.
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