Los autores del 27 eran muy amigos de las técnicas vanguardistas: el anaglifo, el cadáver exquisito (de los que ya hemos hablado), las jitanjáforas...
De estas últimas vamos a hablar aquí. ¿Qué es una jitanjáfora? Esto dice la Wikipedia:
Se denomina jitanjáfora a un enunciado lingüístico constituido por palabras o expresiones que en su mayor parte son inventadas y carecen de significado en sí mismas. En una obra literaria, su función poética radica en sus valores fónicos, que pueden cobrar sentido en relación con el texto en su conjunto.
El término fue acuñado por Alfonso Reyes en un artículo de 1929. Reyes explica que tomó la palabra de un poema del poeta cubano Mariano Brull, donde este juega con los sonidos, inventando palabras sin significado. Una de ellas es jitanjáfora, como se aprecia a continuación:
(...)Filiflama alabe cundreala olalúnea alíferaalveolea jitanjáforaliris salumba salífera.
Mariano Brull, Leyenda
La jitanjáfora fue cultivada por algunos artistas de vanguardia, especialmente por los dadaístas. Miguel Ángel Asturias destacó en el uso de la misma, especialmente en su obra El señor Presidente, así como Gonzalo Torrente Ballester en La saga/fuga de J. B. y Alejandra Pizarnik en la extravagante La bucanera de Pernambuco o Hilda la polígrafa.
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