Cada uno de nosotros hemos soñado alguna vez con cumplir
todos nuestros sueños, con llegar a
conseguir eso que llevamos queriendo hacer desde nuestra infancia, de vencer nuestros miedos, de ser indestructibles… y
nunca sabemos cuándo comenzar, cuándo decir: venga, hoy empiezo, hoy sí que sí.
¿Qué tal si empezamos ahora?
¿Qué tal la Navidad para romper barreras, hacer eso a lo que no nos atrevemos,
pedir perdón, reconocer los propios errores? ¿Qué tal si empezamos en Navidad a intentar ser un poco más
felices, a hacer un poco más felices a la gente que tenemos a nuestro lado? ¿Por
qué no dedicamos un poquito más de tiempo a nuestros amigos, a nuestra familia,
a los que en estas fechas no encuentren la sonrisa por ninguna parte?
Dediquemos momentos, instantes, tiempo, pues como decía
Baltasar Gracián: “Todo lo que realmente nos pertenece es el tiempo; incluso el
que no tiene nada más, lo posee”.
Porque la felicidad,
al fin y al cabo, es no perder la ilusión
en lo que hacemos, no perder la magia,
no perder el tiempo.
ABRIGO PARA LA VIDA Y
MANTA PARA LOS SUEÑOS
Calles frías, calles nevadas.
Época de abrigo para la vida y
manta para los sueños;
época de luces y momentos,
de risas y
canciones,
de almas libres, de reencuentros.
Café con leche para dos,
tertulia durante horas
en un bar solitario y desconocido
en el centro de la ciudad.
Niños correteando en un parque,
de allá para acá, de acá para
allá;
movimiento constante.
Cartas que llegan a destiempo,
sorpresas inesperadas,
viajes en tren, avión o a pie;
magia al fin y al cabo.
Calles frías, calles nevadas.
Época de abrigo para la vida y
manta para los sueños,
época de tregua entre enemigos,
época de segundas,
terceras o infinitas oportunidades.
Tiempo de amigos, de familia,
de ser tú, de ser nosotros, de
ser ellos;
época de instantes eternos.
Época de abrigo para la vida, y
sí, manta para los sueños.
Muy bonito, personal, lleno de sentimiento. Que la Navidad te traiga lo mejor. Te lo mereces todo.
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