El gran Pucho Boedo, de los Tamara, canta estos "Pensamientos", de Rosalía de Castro, tomados de su libro En las orillas del Sar, el último poemario de la artista gallega, escrito en castellano.
Cuando todos los velos se han descorrido
Y ya no hay nada oculto para los ojos,
Ni ninguna hermosura nos causa antojos,
Ni recordar sabemos que hemos querido,
Aún en lo más profundo del pecho helado,
Como entre las cenizas la chispa ardiente,
Con sus puras sonrisas de adolescente,
Vive oculto el fantasma del bien soñado.
43
En el alma llevaba un pensamiento,
Una duda, un pesar,
Tan grandes como el ancho firmamento,
Tan hondos como el mar.
De su alma en lo más árido y profundo
Fresca brotó de súbito una rosa,
Como brota una fuente en el desierto,
O un lirio entre las grietas de una roca.
44
Cuando en las nubes hay tormenta
Suele también haberla en su pecho;
Mas nunca hay calma en él, aun cuando
La calma reine en tierra y cielo;
Porque es entonces cuando, torvos,
Cual nunca riñen sus pensamientos.
45
Desbórdanse los ríos si engrosan su corriente
Los múltiples arroyos que de los montes bajan,
Y cuando de las penas el caudal abundoso
Se aumenta con los males perennes y las ansias,
¿Cómo contener, cómo, en el labio la queja?
¿Cómo no desbordarse la cólera en el alma?
46
Busca y anhela el sosiego...
Mas... ¿quién le sosegará?
Con lo que sueña despierto
Dormido vuelve a soñar.
Que hoy, como ayer y mañana,
Cual hoy en su eterno afán,
De hallar el bien que ambiciona
—Cuando solo encuentra el mal-
Siempre a soñar condenado
Nunca puede sosegar.
¡Aturde la confusa gritería
Que se levanta entre la turba inmensa!
Ya no saben qué quieren ni qué piden;
Mas, embriagados de soberbia, buscan
Un ídolo o una víctima a quien hieran.
47
Brutales son sus iras,
Y aún quizás más brutales sus amores;
No provoquéis al monstruo de cien brazos,
Como la ciega tempestad terrible,
Ya ardiente os ame o fríamente os odie.
48
Cuando sopla el Norte duro
Y arde en el hogar el fuego,
Y ellos pasan por mi puerta
Flacos, desnudos y hambrientos,
El frío hiela mi espíritu,
Como debe helar su cuerpo,
Y mi corazón se queda,
Al verles ir sin consuelo,
Cual ellos, opreso y triste,
Desconsolado cual ellos.
Era niño y ya perdiera
La costumbre de llorar;
La miseria seca el alma
Y los ojos además:
Era niño y parecía
Por sus hechos viejo ya.
Experiencia del mendigo,
Eres precoz como el mal,
Implacable como el odio,
Dura como la verdad.
49
De la vida entre el múltiple conjunto de los seres,
No, no busquéis la imagen de la eterna belleza,
Ni en el contento y harto seno de los placeres,
Ni del dolor acerbo en la dura aspereza.
Ya es átomo impalpable o inmensidad que asombra,
Aspiración celeste, revelación callada;
La comprende el espíritu y el labio no la nombra,
Y en sus hondos abismos la mente se anonada.
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