En inglés, dicen "God bless you!" o "Bless you!".
En francés, "À ta santé!" o "À tes souhaits!" la primera vez que estornudamos y "À tes amours!", las siguientes.
Los brasileños desean "Saúde!" a la víctima del estertor nasal y también lo hacen los alemanes: "Gesundheit!", y los italianos: "Salute!".
Los portugueses dicen "Santinho!", y eso me recuerda que mi madre, en Asturias, siempre que estornudábamos, nos decía a mis hermanos y a mí: "¡Santinos!" y entonces nosotros respondíamos: "¡Grandes y piquiñinos!", con marcado acento dialectal. No sé el alcance de esta anécdota, ignoro si es exclusiva de mi hogar o si, como imagino, será algo usual en el Principado norteño. Sea como fuere, yo he enseñado a mi hija zaragozana, maña por los cuatro costados, esta anécdota y ahora ella también la dice con ocasión de las convulsiones propias del apéndice nasal. Así se expande la cultura: a golpe de estornudos.
En muchas lenguas está presente esta idea de protección, de pedir para el prójimo los mejores deseos, la necesidad de ser bendecidos para evitar un mal mayor. Ello se debe a que el estornudo se ha asociado históricamente a una señal de mala salud, un anuncio de una enfermedad grave y, en muchas ocasiones, mortal.
En el Egipto antiguo había ya muchas supersticiones relacionadas con el estornudo, al que se consideraba como una señal de la divinidad, una premonición de algo bueno o malo, según la persona estornudara a derecha o a izquierda, para arriba o para abajo.
En la Edad Media, la terrible peste bubónica, transmitida por las ratas de los barcos arribados a puerto, diezmó a la población europea. Y uno de los primeros síntomas de que alguien había contraído aquella tremenda enfermedad era, precisamente, que empezara a estornudar. Así pues, no es de extrañar que, tras el estornudo, la gente se encomendara a la divinidad o, en versión agnóstica, pidiera salud.
Entre los griegos y romanos de la Edad Antigua era costumbre decir "¡Qué Júpiter te conserve!", "¡Que Zeus te guarde!", "¡Larga vida para ti!" o simplemente "Salve!", fórmula latina de salutación y buenos deseos. El cristianismo lo que hizo, como casi siempre, fue simplemente cristianar el hábito pagano y así puso "¡Jesús!" donde antes aparecía una deidad mitológica. En la Biblia se usan muchas veces expresiones como "Que el Señor te bendiga y te proteja", "Que el Señor esté contigo", de manera que el hábito de acogerse a la protección divina no solo se utiliza como forma de protección ante los estornudos, sino que se relaciona con el simple hecho del saludo o la despedida, está en la vida cotidiana del cristiano desde los tiempos fundacionales de esta religión.
En el año 600 (siglo VII), el Papa Gregorio I, también conocido como Gregorio Magno, papa desde el 590, aprobó un decreto papal cuando la peste bubónica asolaba Europa, sugiriendo que se ofreciera una bendición de Dios a cualquiera que estornudara, para protegerlo de la enfermedad. A partir de entonces, todavía con más fuerza, la bendición para que el estornuda quedó plenamente establecida. Y hasta hoy.
Los musulmanes tienen también su propia exclamación: «Alhamdulillah» ("Gracias a Alá/Alabado sea Alá"), a la que se contesta «Rahimak Allah» ("Que Alá te bendiga") o «Yarhamuka Allah» ("Que Alá tenga misericordia de ti"). Para los musulmanes, también la presencia divina es ubicua: Alá forma parte del día a día.
Lo que no es para nada universal es la onomatopeya con la que designamos el estornudo. Las personas sordas, por razones obvias, no tienen ningún sonido para él, pero entre los oyentes las soluciones son muy dispares: el “achú” no es universal, cambia con cada país y cada idioma.
En inglés, el sonido es "Achoo!", mientras que los vietnamitas dirán "Hat Xi!". El sonido ruso es "Apchkhi!". Los griegos y los turcos dicen "¡Hapsu!" (al menos por una vez se ponen de acuerdo). Los coreanos dicen"Eichi!". En hindi suena "Achhee", en portugués "Atchim!", en alemán "Hatchi", en japonés "Hakushon!"...
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