A VECES, EN OCTUBRE, ES LO QUE PASA...
Cuando nada sucede,
y el verano se ha ido,
y las hojas comienzan a caer de los árboles,
y el frío oxida el borde de los ríos
y hace más lento el curso de las aguas;
cuando el cielo parece un mar violento,
y los pájaros cambian de paisaje,
y las palabras se oyen cada vez más lejanas,
como susurros que dispersa el viento;
entonces,
ya se sabe,
es lo que pasa:
esas hojas, los pájaros, las nubes,
las palabras dispersas y los ríos,
nos llenan de inquietud súbitamente
y de desesperanza.
No busquéis el motivo en vuestros corazones.
Tan sólo es lo que dije:
lo que pasa.
y el verano se ha ido,
y las hojas comienzan a caer de los árboles,
y el frío oxida el borde de los ríos
y hace más lento el curso de las aguas;
cuando el cielo parece un mar violento,
y los pájaros cambian de paisaje,
y las palabras se oyen cada vez más lejanas,
como susurros que dispersa el viento;
entonces,
ya se sabe,
es lo que pasa:
esas hojas, los pájaros, las nubes,
las palabras dispersas y los ríos,
nos llenan de inquietud súbitamente
y de desesperanza.
No busquéis el motivo en vuestros corazones.
Tan sólo es lo que dije:
lo que pasa.
Foto tomada por Lucia Bolea
Este poema es de Ángel González, un poeta español de la generación del 50, que ganó el premio Príncipe de Asturias en 1985 y que fue académico de la Real Academia Española.
Este poema recuerda a las primeras tardes de otoño, hablando con un tono de añoranza y melancolía, pero aun así no creo que sea un poema triste ni mucho menos. Este es un poema que nos hace darnos cuenta de que el tiempo pasa, y lo que nos parecía que no se iba a acabar, se acaba. Y simplemente se acaba sin buscar explicación.
Lo único que podemos hacer es disfrutar, dejar de lamentarnos por lo que se ha ido y pensar y agradecer lo que ahora tenemos.
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