A continuación, voy a hablaros de un poeta español muy especial para mí del cual seguro habéis oído hablar. Si es así, os invito a que sigáis leyendo y si no lo es, también.
El curso pasado, al igual que muchos de mis compañeros y compañeras, formé parte del proyecto del “Aula del tiempo” dirigido por Graciela de Torres Olson, en el que cada uno encarnaba el personaje que quería. En el segundo trimestre, debíamos elegir a uno que perteneciera al siglo XX, y con los ojos vendados, decidí emprender la aventura que me marcó y que perdura hasta día de hoy.
Yo fui Miguel Hernández y esta, es su historia.
Nació un 30 de octubre de 1910 en Orihuela, provincia de Alicante. Allí vivió junto a sus padres don Miguel y doña Concepción, y sus seis hermanos, del pastoreo de cabras.
Se formó por sus propios medios yendo a bibliotecas y tertulias literarias donde tuvo la oportunidad de conocer a célebres como Pablo Neruda, Rafael Alberti o Vicente Aleixandre.
Viajó un par de veces a Madrid para darse a conocer, pero sólo la segunda le fue fructífera, pues se le reconoció su trabajo y esfuerzo de muchos años.
A su vuelta escribió su primer libro titulado “Perito en lunas”, uno de los más criticados negativamente que le costó la enemistad con Federico García Lorca.
Llevó a cabo también Misiones Pedagógicas cuyo objetivo era divulgar la cultura, el arte y la magia del saber allí donde faltaba.
En 1935 la muerte de su compañero y amigo Ramón Sijé, también escritor, supuso un duro golpe en su vida. Dicho suceso lo marcó hasta tal punto que lo llevó a escribir una elegía en su conmemoración y a dedicarle varias de sus obras. Un año después comenzó la guerra civil, en la que luchó desde el partido republicano, ideología que le condenó de por vida, pero a la que nunca falló.
En 1937 se casó por lo civil con Josefina Manresa, junto a la que tuvo dos hijos, Manuel Ramón que falleció con tan solo diez meses por desnutrición y Manuel Miguel.
En 1939 la guerra había terminado y esta etapa le sirvió a nuestro poeta como gran fuente de inspiración. Tras ella escribió “Viento del pueblo” y “El rayo que no cesa”. En 1940 le detuvieron definitivamente en el Reformatorio de Adultos de Alicante tras años perseguido por sus ideales de izquierdas.
Se le condenó a pena de muerte pero gracias a José María Cossío, académico y amigo, se le conmutó por una pena de 30 años de cárcel. Allí coincidió con Antonio Buero Vallejo, escritor también con renombre en aquella época. Tuvo varias oportunidades de salvarse, pero eso suponía renunciar a sus creencias, y eso era algo que el poeta nunca se planteó. Además de sufrir maltratos y vejaciones padeció de tuberculosis pulmonar aguda, lo que resultó ser la causa de su muerte en 1942.
Los temas principales de sus obras son el amor, la muerte, la guerra, el hambre, la miseria, el sufrimiento y el dolor. Muestra siempre su alma reivindicativa y sus ansias por cambiar el mundo en que ha nacido, pero la mayoría de sus poemas connotan una profunda tristeza, con sentimientos hondos. Miguel Hernández pese a todo creía en la dignidad del ser humano y destacaba por su integridad y lealtad a sus principios.
Aquí, adjunto algunas de mis poesías favoritas que no son, ni mucho menos, las más célebres (Elegía a Ramón Sijé o Nanas de la cebolla).
“Guerra”, a mi parecer es una composición preciosa que sintetiza el sentimiento de sufrimiento constante ante tal situación y describe el estilo de “poesía de guerra”, como así se denominó tiempo después de que salieran a la luz dichos escritos relatados en aquella etapa.
GUERRA
Todas las madres del mundo,
ocultan el vientre, tiemblan,
y quisieran retirarse,
a virginidades ciegas,
el origen solitario
y el pasado sin herencia.
Pálida, sobrecogida
la fecundidad se queda.
El mar tiene sed y tiene
sed de ser agua la tierra.
Alarga la llama el odio
y el amor cierra las puertas.
Voces como lanzas vibran,
voces como bayonetas.
Bocas como puños vienen,
puños como cascos llegan.
Pechos como muros roncos,
piernas como patas recias.
El corazón se revuelve,
se atorbellina, revienta.
Arroja contra los ojos
súbitas espumas negras.
La sangre enarbola el cuerpo,
precipita la cabeza
y busca un hueco, una herida
por donde lanzarse afuera.
La sangre recorre el mundo
enjaulada, insatisfecha.
Las flores se desvanecen
devoradas por la hierba.
Ansias de matar invaden
el fondo de la azucena.
Acoplarse con metales
todos los cuerpos anhelan:
desposarse, poseerse
de una terrible manera.
Desaparecer: el ansia
general, creciente, reina.
Un fantasma de estandartes,
una bandera quimérica,
un mito de patrias: una
grave ficción de fronteras.
Músicas exasperadas,
duras como botas, huellan
la faz de las esperanzas
y de las entrañas tiernas.
Crepita el alma, la ira.
El llanto relampaguea.
¿Para qué quiero la luz
si tropiezo con tinieblas?
Pasiones como clarines,
coplas, trompas que aconsejan
devorarse ser a ser,
destruirse, piedra a piedra.
Relinchos. Retumbos. Truenos.
Salivazos. Besos. Ruedas.
Espuelas. Espadas locas
abren una herida inmensa.
Después, el silencio, mudo
de algodón, blanco de vendas,
cárdeno de cirugía,
mutilado de tristeza.
El silencio. Y el laurel
en un rincón de osamentas.
Y un tambor enamorado,
como un vientre tenso, suena
detrás del innumerable
muerto que jamás se aleja.
SONETO
Tengo estos huesos hechos a las penas
y a las cavilaciones estas sienes:
pena que vas, cavilación que vienes
como el mar de la playa a las arenas.
Como el mar de la playa a las arenas,
voy en este naufragio de vaivenes
por una noche oscura de sartenes
redondas, pobres, tristes y morenas.
Nadie me salvará de este naufragio
si no es tu amor, la tabla que procuro,
si no es tu voz, el norte que pretendo.
Eludiendo por eso el mal presagio
de que ni en ti siquiera habré seguro,
voy entre pena y pena sonriendo.
CANCIÓN ÚLTIMA
Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.
Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa
con su ruinosa cama.
Florecerán los besos
sobre las almohadas.
Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.
El odio se amortigua
detrás de la ventana.
Será la garra suave.
Dejadme la esperanza.
LLAMO A LA JUVENTUD
Sangre que no se desborda,
juventud que no se atreve,
ni es sangre, ni es juventud,
ni relucen, ni florecen.
Cuerpos que nacen vencidos,
vencidos y grises mueren:
vienen con la edad de un siglo,
y son viejos cuando vienen.
VIENTOS DEL PUEBLO ME LLEVAN
Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.
Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.
Al principio, Miguel Hernández no era un poeta muy conocido, mas poco a poco fue tomando importancia por su heroicididad ante las situaciones tan duras que le tocó vivir y la perfección con que las relató. Por ello, artistas como Joan Manuel Serrat hicieron sus propias versiones de los poemas en forma de canción y gracias a esto, mucha más gente empezó a leerlo y a interesarse por sus escritos. En concreto, este músico catalán grabó un disco completo con los versos más representativos del poeta levantino.
A continuación, "Menos tu vientre", un poema en el que este autor habla de la salvación que le supone el hecho de esperar un hijo. El vientre de su mujer es la única verdad y fuera de eso todo es incierto y oscuro.
Esta composición literaria con la voz de Serrat es una auténtica delicia y hace de un poema breve y conciso, algo elaborado y espectacular.
Miguel Hernández fue, es y será un ejemplo a seguir, tanto en el aspecto literario como en lo humano, ya que luchó hasta el final por lo que defendía con un lema claro: "No vale entristecerse. La sombra que te lo ha dado; la sombra que se lo lleve".
A continuación, "Menos tu vientre", un poema en el que este autor habla de la salvación que le supone el hecho de esperar un hijo. El vientre de su mujer es la única verdad y fuera de eso todo es incierto y oscuro.
Esta composición literaria con la voz de Serrat es una auténtica delicia y hace de un poema breve y conciso, algo elaborado y espectacular.
Miguel Hernández fue, es y será un ejemplo a seguir, tanto en el aspecto literario como en lo humano, ya que luchó hasta el final por lo que defendía con un lema claro: "No vale entristecerse. La sombra que te lo ha dado; la sombra que se lo lleve".
Menos tu vientre,
todo es confuso.
Menos tu vientre,
todo es futuro
fugaz, pasado
baldío, turbio.
Menos tu vientre,
todo es oculto.
Menos tu vientre,
todo inseguro,
todo postrero,
polvo sin mundo.
Menos tu vientre,
todo es oscuro.
Menos tu vientre
claro y profundo.
FUENTES CONSULTADAS
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